El primer ministro de Bélgica, el democristiano flamenco Yves Leterme, se convirtió ayer en el primer líder europeo que paga los platos rotos de la crisis en Europa. Y lo hizo no solo por gestionar mal el problema, sino por presionar al Tribunal de Apelaciones de Bruselas para evitar la paralización de una operación bancaria. El Tribunal de Casación, similar al Supremo español, concluyó ayer en un duro informe que hay "indicios serios" de la intervención del Gobierno, un escándalo político que ayer no dejó a Leterme más salida que presentar la dimisión de todo el Ejecutivo ante el rey.

El primero en anunciar su dimisión fue el ministro de Justicia, Jo Vandeurzen, nada más conocerse el informe del Tribunal de Casación. Según el presidente de esta instancia judicial, Ghislain Londers, Leterme y su Gabinete intentaron influir en los magistrados a través, incluso, de sus familiares, para evitar que el Tribunal de Apelaciones se pronunciara sobre la querella planteada por un grupo de pequeños accionistas de Fortis contra la venta de algunos activos al BNP Paribas.

La operación estaba enmarcada en el plan de salvamento que puso en marcha Bélgica para salvar de la crisis a varias entidades financieras. Londers señala que, aunque no tiene pruebas legales, los consejeros del primer ministro presionaron a los jueces para validar el desmantelamiento de Fortis, que fue decidido en octubre por el Gobierno. Aunque Leterme ha negado cualquier intento de influir sobre los magistrados, reconoció que un responsable del Gobierno había contactado con el marido de una de las juezas.

DISPUTAS E INESTABILIDAD

Tras este nuevo escándalo y tras varias reuniones del Consejo de Ministros y de los partidos, el portavoz de Leterme se vio obligado a comparecer y a anunciar, tras la decisión de Vandeurzen, que el Gobierno en bloque había decidido "presentar la dimisión al rey". Tras recibir en audiencia a Leterme, Alberto II decidió "reservar" su respuesta e iniciar consultas.

Bélgica estuvo sumida en el 2007 en una crisis que la dejó sin Gobierno durante nueve meses. Desde entonces vive una situación de inestabilidad por las disputas entre valones y flamencos. Ayer numerosos opositores políticos de Leterme, especialmente valones, criticaban su actitud como máximo líder de Bélgica y advertían de que al país le falta encontrar "un capitán creíble". Mucho más pausado, el ministro de Finanzas, Didier Reynders, indicó que ahora tienen que estudiar "los medios para garantizar la estabilidad".

No es la primera vez que Leterme presenta su dimisión ante el soberano. Ya lo hizo una vez cuando había recibido el encargo de formar Gobierno y una segunda, en julio de este año, cuando ya era primer ministro, debido a la crisis institucional y las divergencias entre flamencos y francófonos. En ambas ocasiones el monarca rechazó la dimisión y le pidió que continuara con la reforma del Estado. En esta ocasión, sin embargo, parece complicado salvar al Ejecutivo de un país que solo se unió frente al estallido de la crisis mundial para salvar a una entidad bancaria que, curiosamente, muchos ven como la joya de la corona y que precisamente puede ser la que le pase factura definitivamente.

OPCIONES

Ayer, numerosos analistas especulaban sobre la posibilidad de mantener un Gabinete ministerial sin Leterme e incluso convocar elecciones anticipadas, una opción que no está en la mente de los partidos. "En la situación económica y social actual no es el momento de ir a las elecciones", advirtió la presidenta del partido de Leterme (CD&V), Marianne Thyssen. "Debemos tener lo antes posible un Gobierno que funcione, que pueda atajar la crisis, que elabore un presupuesto y garantice la existencia de los bancos", señaló Bart Sommers, líder de los liberales flamencos y también en la coalición de Gobierno.