Ayer, en el Ministerio de Defensa de Kiev --un edificio de cuatro plantas, de estilo neoclásico, y muy sobrio-- no parecía domingo. Oficiales trajeados, funcionarios, soldados en uniforme militar e incluso secretarias despeinadas y cargadas con pilas de fascículos, iban y venían, exudando nerviosismo y alienación. Y no era para menos.

Porque, en medio de los titubeos diplomáticos que llegan de Occidente, no son pocos los que en estas horas se están preguntando qué es lo que realmente ocurrirá si el presidente de Rusia, Vladimir Putin, decide finalmente usar la fuerza bélica en la península de Crimea. Y si, en los escenarios que se barajan, cabe la posibilidad de que el Ejército ucraniano, o parte de este, se niegue a obedecer las órdenes del Gobierno interino de Alexander Turchínov, cuando ha pasado menos de una semana de que el anterior presidente, Víctor Yanukóvich, fuera depuesto.

El motivo no está solo en la superioridad bélica del beligerante ruso, a pesar de que el Ejército ucraniano esté integrado por apenas 180.000 soldados, que eventualmente contarían con el apoyo de otros 350.000 agentes de fuerzas del orden. Hay otras razones, la primera de las cuales es que, para el Ejército ucraniano --que también está integrado por soldados rusoparlantes--, Rusia nunca antes ha sido realmente el enemigo.

Sentado en la recepción del Ministerio de Defensa, el coronel Alexánder Motuzyanik, portavoz del Ejército ucraniano, lo explica de una forma clara. "Siempre hemos tenido una buena relación con Rusia. Por ello, lo que queremos es una solución pacífica", explica Motuzyanik, en entrevista con este diario. Aunque, acto seguido, aclara: "Si el Gobierno lo pide, lucharemos. Y lo haremos todos juntos. No tenemos miedo".

Temor a deserciones

Así y todo, lo cierto es que, aparte de las tropas jóvenes, muchos de los altos mandos del Ejército ucraniano se han formado en las filas de la antigua URSS. Y como todas las instituciones de Ucrania en estos días, las fuerzas armadas están en fase de relevos, ante la eventualidad de una ola de deserciones.

Ayer mismo, el Gobierno interino despidió de forma fulminante al contralmirante Denis Berezovski, después de que se negara a hacer frente a los rusos en la localidad de Sebastopol, en Crimea. El hecho ocurrió tan solo dos días después de que Berezovski fuera nombrado nuevo jefe de la Marina ucraniana, en sustitución de Yuri Ilyin, quien había sido nombrado anteriormente por Yanukóvich. Un destino que también espera a otros jefes militares relacionados con el viejo Ejecutivo ucraniano.

Más aún cuando, en más de tres meses de protestas, los militares no se pronunciaron sobre la revuelta de la plaza Maidán. Que acabe o no abriéndose una fractura en el Ejército dependerá de la actitud que adopten los nuevos poderes de Ucrania. Aunque, como explica Mykola Sungurovskyi, experto en asuntos de seguridad y especialista en las relaciones geopolíticas de la zona, lo innegable es que las tropas ucranianas "tienen la moral muy baja y poca aceptación popular". En este contexto ha empezado a circular el rumor de que las tropas ucranianas en Crimea incluso se podrían rendir, dando lugar así a una invasión pacífica por parte de Rusia.

Fuerzas especiales

Otra incógnita es el futuro de los 3.300 miembros de las temidas Berkut, las fuerzas especiales disueltas tras hacerse responsables de una batalla campal en Kiev que acabó con más de 80 víctimas mortales y casi 700 heridos. Según noticias no confirmadas, muchos de estos agentes están regresando a Crimea y algunos incluso han obtenido pasaportes rusos entregados por las autoridades de ese país.

Los ucranianos aguardan estos días con cierta ansiedad lo que pueda suceder en las próximas jornadas. Se teme también que la situación se descontrole en otras partes del país. "Anoche mataron a tiros a tres agentes de la policía municipal de mi pueblo. Y no sabemos quién ha sido", contaba ayer, visiblemente atemorizada, Victoria, una joven estudiante en el centro de Kiev.