Hay que echar la mirada varias décadas atrás en la historia de la República Federal de Alemania para encontrar una campaña tan abierta y disputada como la actual. Lo que hace dos meses parecía una victoria cómoda y segura de la CDU, que contaba a mediados del pasado julio con una intención de voto cercana al 30%, ha desembocado en un sorprendente liderazgo en las encuestas del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), con el actual vicecanciller y ministro federal de Finanzas Olaf Scholz como principal reclamo electoral.

A una semana de la cita con las urnas, las encuestas dejan un panorama más o menos claro: los socialdemócratas del SPD ganarán probablemente las elecciones con cuatro o cinco puntos de ventaja sobre la unión conservadora de la CDU-CSU. La victoria, con un porcentaje de entorno al 25%, será, sin embargo, insuficiente para asegurar una rápida formación de gobierno. Las negociaciones entre los partidos se prolongarán previsiblemente durante de meses, como ya ocurrió tras los últimos comicios federales del 2017.

El tablero político quedará completado por cuatro partidos más, posiblemente en este orden: ecoliberales de Los Verdes, liberal-conservadores del FDP, ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) y poscomunistas de Die Linke. Salvo sorpresa, esos serán los seis partidos que conformen el próximo Bundestag.

Fragmentación

El juego parlamentario alemán se verá marcado la próxima legislatura por un doble fenómeno: el fin de los llamados “Volkspartei” – grandes partidos con un voto suficientemente transversal como para conseguir resultados por encima del 30% – y la consolidación de la fragmentación del voto y, por consiguiente, del Bundestag, que aboca al país a un gobierno tripartito por primera vez en muchas décadas. Alemania se enfrenta, por tanto, al fin del bipartidismo y a la formación de gobiernos más frágiles.

El fin de la era Merkel, que concluirá su carrera política cuando se conforme el próximo gobierno federal y tras 16 años ininterrumpidamente al frente de la cancillería, aumenta la sensación de que Alemania tendrá que acostumbrarse a una mayor inestabilidad política en los años venideros y tal vez, incluso, a abrir la puerta a ejecutivos sin mayoría parlamentaria, un escenario que siempre se intenta evitar en Alemania pos de la estabilidad. Hoy pocos se atreven siquiera a predecir cuáles será los colores del próximo gobierno alemán.

Posibles coaliciones

El abanico de posibles coaliciones nunca había sido tan amplio. La aritmética electoral que arrojan la media de las actuales encuestas ofrece las siguientes opciones: una “Coalición Semáforo” – llamada así por los colores de los partidos – entre el SPD, Los Verdes y el FDP. Este gobierno, de corte social-eco-liberal, parece el preferido del candidato socialdemócrata Scholz. Los obstáculos son, sin embargo, grandes, especialmente en política fiscal, en la forma de combatir la crisis climática y en pensiones. 

En estos tres asuntos, los liberales apuestan por opciones claramente menos intervencionistas que los socialdemócratas y los ecologistas. Y en la memoria del país todavía están frescas las palabras de Christian Linder, presidente del FDP, tras romper en 2017 las negociaciones con los conservadores y Los Verdes: “Es mejor no gobernar que hacerlo mal”.

Una segunda opción es una Gran Coalición (SPD y CDU-CSU) ampliada con los liberales del FDP, también conocida como “Coalición Alemania”. Esta parece factible si el SPD gana finalmente las elecciones; pero también exigiría una probable reorganización interna de la CDU, pues parece impensable que el candidato democristiano a la cancillería, Armin Laschet, esté dispuesto a asumir un papel secundario en ese gobierno. 

Algunas voces apuntan que Markus Söder, líder socialcristiano de la CSU bávara que perdió la lucha interna con Laschet dentro del conservadurismo alemán, estaría en disposición de asumir la función de vicencaciller en detrimento del actual candidato democristiano a la cancillería, cuyo liderazgo está muy debilitado por la pésima campaña que está protagonizando.

La sombra del anticomunismo

Una tercera opción es la conformación de un gobierno de centroizquierda entre el SPD, Los Verdes y los poscomunistas de Die Linke, una coalición que ya gobierna, por ejemplo, a nivel regional en Berlín. Es sabido que no es la opción que más seduce a Scholz, quien, sin embargo, se ha negado reiteradamente a descartar ese posible pacto durante la campaña. Los conservadores llevan semanas intentando desgastar el liderazgo socialdemócrata en las encuestas con la agitación de la vieja campaña anticomunista que tanto marcó a la República Federal durante la Guerra Fría y frente a la desaparecida República Democrática Alemana oriental.

No parece, sin embargo, que esa campaña del “miedo a los rojos” esté teniendo demasiado efecto en el electorado alemán, para el que en buena parte queda lejos la dicotomía propia de una Guerra Fría enterrada hace tres décadas. A ello también contribuye la imagen centrista y moderada de Scholz. “Quien quiera votar conservador en estas elecciones, lo hará por Scholz” es el mantra que cunde en algunos sectores socialdemócratas. Ello refuerza la idea de que el candidato socialdemócrata es hoy el mejor heredero del merkelismo que está a punto de llegar a su fin.