Vladímir Putin ha conseguido lo que se plantea desde hace tiempo y cada vez más como una quimera en Estados Unidos: la unidad entre demócratas y republicanos, siquiera por 12 minutos.

Ese es el tiempo que, en el arranque de su primer discurso sobre el estado de la Unión, el presidente Joe Biden ha dedicado al conflicto en el este de Europa. Y en esos minutos ha sido arropado por aplausos de las dos bancadas conforme condenaba “el ataque premeditado y totalmente no provocado” de Rusia en Ucrania, que ha enmarcado en “la batalla entre democracia y autocracias” y ha enfrentado defendiendo “una determinación inquebrantable de que la libertad siempre triunfará sobre la tiranía”.

“Cuando los dictadores no pagan un precio por su agresión causan más caos, siguen avanzando”, ha dicho Biden antes de ir detallando la firme respuesta de la comunidad internacional a las acciones del Kremlin. “Las democracias están ganando”, ha asegurado también el mandatario, que ha alabado repetidamente el “coraje” del pueblo ucranio ante un pleno del Congreso donde algunos congresistas han vestido prendas azules y amarillas o pines en las solapas en solidaridad con Ucrania y donde se ha ovacionado en pie a una de las invitadas de la primera dama, la embajadora de Kiev en Washington, Oksana Markarova.

Biden ha señalado con sus denuncias directamente a Putin, prometiendo que “pagará un alto precio” y señalando a sus “errores de cálculo”. “Pensó que no responderíamos, pensó que podría dividirnos, pero se equivocó. Ahora está aislado del mundo, más que nunca. No tiene ni idea de lo que viene”, ha afirmado. Y en su intervención ha anunciado una nueva medida de castigo, el cierre del espacio aéreo estadounidense a todos los vuelos rusos, que tendrá efectos prácticos limitados, así como la liberación de 30 millones de barriles de petróleo de las reservas estratégicas para combatir el alza de precios de combustible que acompaña al conflicto.

Agenda nacional

Con la guerra sangrando en Europa y dominando su propia agenda, era inevitable y lógico que Biden le dedicara tiempo en un discurso tradicionalmente centrado en la política nacional, pero en cualquier caso ha sido esta segunda lo que ha dominado la intervención, de poco más de una hora.

Obviando el descontento con su gestión del que hablan las encuestas, donde sus índices de aprobación rondan o no alcanzan el 40%, Biden ha trazado un retrato de logros económicos y en la lucha contra la pandemia, aunque reconociendo las frustraciones y retos aún pendientes, especialmente tras dos años de restricciones y en la lucha contra la inflación galopante. “Mi principal prioridad es poner los precios bajo control”, ha dicho.

También ha hecho una llamada renovada a impulsar la inversión en el estado de bienestar y ha urgido al mismo Congreso que hizo naufragar su ambicioso proyecto de ley de gasto social a dar luz verde al menos a propuestas individuales de ese plan. 

En más de una ocasión Biden ha apelado a la unidad, incluyendo cuando ha implorado que se “deje de mirar al Covid como una línea de división partidista”. Y, como cuando hablaba de Rusia, ha logrado aplausos de los republicanos en varias ocasiones, incluyendo cuando ha defendido que en este momento de la pandemia “los niños necesitan estar en las escuelas”, cuando al hablar de inmigración ha defendido también “asegurar la frontera” y cuando, frente a la propuesta de algunas corrientes más progresistas, se ha mostrado inusitadamente contundente en su rechazo a la idea de quitar financiación a la policía. “No es la respuesta”, ha asegurado. “La respuesta es dar fondos a la policía”.

Decoro perdido 

Pero la unión vista en algunos momentos se ha confirmado también como una estrella fugaz, igual que el decoro ante una intervención presidencial, un respeto que empezó a deshilacharse en 2009, cuando un republicano gritó a Barack Obama un “’¡usted miente!”. Este martes a Biden le han lanzado abucheos desde las filas republicanas, por ejemplo, cuando ha criticado los recortes de impuestos para las rentas más altas que hizo Donald Trump. Cuando hablaba de la reforma de la inmigración y ha defendido la seguridad en la frontera han gritado el “¡construye el muro!” que se hizo habitual en los mítines de Trump.

El momento más bajo ha llegado cuando el demócrata estaba hablando de atención médica a veteranos de guerra y de los problemas de soldados que se sospechan vinculados a su cercanía a incineradoras en sus bases. Justo antes de empezar a mencionar a su hijo Beau (veterano y fallecido de un cáncer), cuando hablaba de ataúdes envueltos en banderas, la congresista ultra Lauren Boebert le ha gritado: “¡Tú los pones ahí: 13 de ellos!”, en referencia a los soldados que murieron en un atentado durante la caótica retirada de Afganistán.