La intuición es el modo de conocimiento inmediato y, según parece, se opone al razonamiento. El o la artista lo emplea en el plano más sensible y psicológico en detrimento de su yo más racional y metafísico. Es decir, si con la lógica se demuestra, con la intuición se inventa. Por ello el artista es más inventor que otra cosa. Inventor intuitivo de sensaciones, formas y texturas como conceptos artísticos que se crean por el autor, después de ser tamizados en el filtro de sus experiencias, de su inimitable vida, de su más profunda e inevitable vulnerabilidad artística y personal. Porque cada artista es un espíritu que se agita desde la inquietud, que, como diría Bergson es siempre positiva, pues impulsa a los sujetos a actuar lejos de la indiferencia y la pasividad.

Es la primera impresión que me causa la obra exuberante y volumétricamente atrevida de Vanesa Roncal. Esta licenciada en Bellas Artes, nacida y criada en Épila, tuvo muy claro desde niña que lo suyo, inexorablemente, debía de ser el arte. Después de realizar el bachiller en Zaragoza, la inquieta y joven artista se presentó en Cuenca, ciudad tocada con el influjo del arte, para hacer la carrera y posteriormente, como no, dar clases como profesora de dibujo en la localidad de Illueca.

En su particular visión artística "el color es más importante que las formas", según nos cuenta. Pero esto no es del todo cierto pues Vanesa lo que quiere, lo que le mueve quizá, es recalcar esa importancia vital y colorista. Y sin duda lo consigue. Pero cuando uno observa sus pinturas, éstas tienen unas formas cuidadas y una armonía innata y preestablecida. Busca, quizá sin quererlo, la perfección entre el alma y el cuerpo del cuadro. Todo o casi todo está medido desde esa intuición a la que nos referimos al principio, o lo que es lo mismo, Vanesa buscando o trabajando el color, encuentra la forma precisa. Sus composiciones rebosan positivismo e incluso, como por ejemplo y curiosamente en alguno de sus mosaicos se encuentra una simbología numérico-musical, ya que utiliza composiciones de siete veces siete (49), números que definen las notas recogidas en una frase musical.

Para presentarnos ese color lo hace en la bandeja de lo estético, de lo amplio, de lo espacioso, desde unas flores que irradian no su color, si no el color elegido por Vanesa para destacar su impronta cromática viva y positiva. Solo así expresa su concepto y sus ideas de la vida, donde nada es oscuro, nada es negativo. Desde su afición y su amor por la pintura, nos manifiesta que se siente transportada a sus momentos más íntimos, más relajantes y expresivos de su mundo interior y los pone en común con el espectador valientemente y con decisión. Sin miedo a que el resultado final defraude, pues es como que se mueve en un ambiente que conoce y domina. Y eso se nota y se vive en su obra a la primera impresión produciendo un fuerte impacto visual, provocando que los sentidos adquieran una mayor sutileza desde la naturaleza simple pero a la vez bella y noble, de una flor. Este es un elemento que utiliza asiduamente y que resuelve sin dificultad. Se siente que a Vanesa le encanta pintar y es algo que no solo se ve en sus cuadros, si no que cuando hablas con ella de pintura lo hace con una ilusión y credibilidad grata y contagiante.

Vanesa Roncal tiene mucho que aportar a la pintura, por su juventud, por su interés por el color, pero también por lo estético, por lo bien hecho y por las inquietudes y enormes ganas de trabajar por y para el arte. Pero también por que esta pintora dispone de grandes dosis de esa intuición creativa tan necesaria, de esa simpatía y empatía con el objeto y el color elegido para sus composiciones. Quiere experimentar e investigar en el mundo del arte en la medida de lo posible, para percibir nuevas sensaciones y ponerlas en común. En definitiva, el resultado de lo que haga artísticamente no nos dejara escépticos ni displicentes, si no todo lo contrario.

CAL