Varios sindicatos agrarios y distintas organizaciones vinculadas al mundo rural reunieron ayer en Villafranca de Ebro a un millar de manifestantes cortando la N-II, con una treintena de tractores, para exigir que se retire vegetación, sedimentos y gravas del cauce del río con el fin de evitar, o paliar al menos, las riadas que periódicamente afecta a las tierras de cultivo.

«Nuestro objetivo es que el cauce del Ebro llegue a tener capacidad para unos 3.000 metros cúbicos por segundo sin desbordarse», subrayó ayer José Miguel Abenia, responsable de la Unión General de Agricultores (UAGA) en el Bajo Ebro. De esta forma, precisó, se garantiza que los campos ribereños y las poblaciones más cercanas al lecho no sufrirán las consecuencias de los desbordamientos «con un carácter casi anual», sino cada 25 o 30 años, en el conocido técnicamente como periodo de retorno.

Abenia denunció que el cauce se halla lleno de gravas que, con el paso del tiempo, se acumulan hasta formar islotes y barreras que frenan el avance del agua y disminuyen la capacidad del río. «Es un hecho que basta una riada ordinaria para que el Ebro se desborde, y eso no se puede tolerar», insistió.

«Lo que pedimos no es complicado, se trata de algo sencillo, simplemente que no se pierda capacidad de evacuación», siguió el responsable sindical, que estuvo en la manifestación de Villafranca, una de las localidades de la Ribera Baja más afectadas por las últimas crecidas.

Abenia se refirió asimismo a que hace años que la maleza crece libremente en el cauce y en las orillas, dentro del agua, formando tapones que hacen que el agua presione en los laterales. Lo que empiezan siendo hierbajos, dicen los agricultores, se transforman con el tiempo en arbustos e incluso en árboles de cierto porte, sin que se haga nada por eliminar ese exceso de vegetación.

En el 2018, según los convocantes de la concentración, en la que por segundos intervinieron con sus tractores, se registró en una crecida 2.400 hectómetros cúbicos y que el agua alcanzó más altura que en anteriores ocasiones. «Eso es porque el cauce se va estrechando», afirmó Abenia, que manifestó que el agua, al ir más comprimida, tiene un mayor poder destructor que descarga contra las motas y diques de las orillas.

Desde su punto de vista, las obras que ha realizado la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) en distintos puntos del tramo medio del Ebro han conseguido reforzar la seguridad en los pueblos, «pero a costa de inundar cada vez mayores extensiones de tierras de cultivo». Por este motivo, pidió que se actúe «con mayor equilibrio».

Roberto González, alcalde de Villafranca de Ebro, aseguró ayer que «en 30 años, la CHE no ha hecho nada en la Ribera Baja para proteger nuestras tierras y explotaciones ganaderas». En particular, criticó la construcción hace más de 10 años del puente de la autopista autonómica ARA-A1 sobre el Ebro, «que actúa a modo de barrera en el río y envía el agua a la zona de la ribera donde está Villafranca».

«Lo que pedimos es que se limpie el río para que podamos seguir viviendo de la agricultura, para que los pueblos no se vayan vaciando, porque no se puede cultivar la tierra sin la amenaza permanente de las riadas», sintetizó.

Sin embargo, en la CHE subrayaron que, desde el 2015, se viene actuando en el tramo medio del Ebro y que se han celebrado reuniones sobre el programa Ebro Resilience, que va a significar actuaciones mucho más concretas según las zonas.

En este sentido, la Confederación subrayó que recientemente ha invertido 31,5 millones de euros en el tramo aragonés del Ebro, con un total de 700 actuaciones.

Esta inversión, añadieron, no solo ha ido a la reparación de motas, sino también a mejorar la protección de los pueblos, con intervenciones como aéreas de inundabilidad controlada y libre, curages, cauces de alivio, todo ello respetando la normativa europea y compatible con los usos del suelo.

Además, añadieron que las medidas se han consensuado con todos los actores.