El Ayuntamiento de Zaragoza respondió en el 2016 a las quejas ciudadanas por la proliferación de charangas con un decreto que prácticamente las ha erradicado de las calles de la capital aragonesa, con el que aprovechaba además para regular las actuaciones artísticas callejeras en general. Un decreto actualizado el año pasado que delimita zonas y periodos de actuación, tasas y demás requerimientos necesarios. Pero parece que el difícil equilibrio entre la ley y la convivencia vecinal está trayendo consecuencias no perseguidas por el espíritu de la norma de Zaragoza en Común, en forma de sanciones a los artistas callejeros.

El año pasado no fueron muchas, apenas 13, pero siete de ellas fueron impuestas al mismo artista callejero, un acordeonista sin licencia, cuya identidad no fue precisada. Todas las multas fueron pagadas religiosamente por el músico, aseguraron fuentes municipales. La normativa permite el decomiso del instrumento en cuestión al artista callejero por parte de la Policía Local, y hace apenas dos semanas que uno de estos artistas callejeros sin licencia sufrió uno de ellos. Se trata de Floren Barbosu, que sin embargo se mostraba totalmente conforme y comprensivo con la sanción, según contaba a este diario.«Me denunció una vecina, ya he hablado con ella, y lo entiendo. Me dijo tres veces que parase de tocar, no paré, y llamó a la Policía», contaba. «Es normal, la Policía fue buena conmigo, me explicaron la multa, me quitaron el acordeón cinco días, pagué 36 euros en el banco y me lo dieron», añadía, exhibiendo el resguardo, en una breve pausa de su actuación en el paseo Sagasta, la zona donde se suele mover.

COMPRENSIVO

Según el artista callejero, no tiene residencia permanente en Zaragoza, periódicamente vuelve a su «tierra», pero cuando está aquí se gana la vida con su acordeón. Afirma que él no es el infractor recalcitrante del año pasado, y que de hecho solo le han multado una vez, pero entiende las sanciones. Solo que no tiene muchas opciones de evitarlas, entiende.

«Me dicen que para el permiso tengo que tener titulación, pero yo siempre he tocado de oído. Nosotros ya tocábamos cuando no se sabía lo que era un do ni un re», explica. Tampoco conoce muy bien las tasas, pero con lo que recauda, no cree que pudiera pagarlas. «Mire lo que hay», explicaba, señalando la calderilla del pequeño tupperware en el que recoge los donativos.

En efecto, para las licencias permanentes el decreto municipal recoge entre los requisitos de la licencia anual la acreditación de la formación o experiencia, además de un currículum, o una minusvalía, que aparentemente no padece. Todos los factores suman una serie de puntos, y también hay posibilidad de solicitarla sin experiencia, pero las fuentes municipales consultadas no pudieron precisar si ha habido más solicitudes que puestos ofertados (unos 60 para la ciudad, delimitados por zonas) para que tenga que haber competencia.

La ciudad aparentemente no está saturada de este tipo de músicos, que por normativa deben cambiar periódicamente de ubicación, para que no sean siempre los mismos quienes sufren el soniquete. Y es que la actividad, incluso sin licencia, desde luego no se persigue, pero tampoco se pueden ignorar las quejas vecinales justificadas, indicaron las mismas fuentes.