Cada semana baja la persiana una oficina bancaria y se pierden dos empleos del sector en Aragón. La banca continúa inmersa en el proceso de reestructuración iniciado con la crisis del ladrillo del 2008 y acelerado por la digitalización de los servicios que, ahora con la pandemia de coronavirus, no ha hecho más que intensificarse más si cabe. En consecuencia, las entidades siguen metiendo la tijera a una red comercial presencial ya muy diezmada. La comunidad prácticamente tiene la mitad de las agencias que hace doce años. En concreto, han cerrado ya el 46% de las sucursales, desde el máximo alcanzado en diciembre del 2008, cuando había 1.796, a las 976 que había el pasado mes de marzo (último dato disponible).

De esta manera, se han clausurado un total de 823 oficinas en este periodo, según la información facilitada por el Banco de España, sin incluir los establecimientos financieros de crédito. El ajuste ha continuado en el último año con la eliminación de 61 sedes, a una media de cinco cada mes. El proceso de reestructuración incluso se ha intensificado, ya que el número de cierres acumulado en los últimos 12 meses es mayor al de los tres periodos anteriores tomando como referencia el mes de marzo (26 menos en el 2019, 35 en el 2018 y 36 en el 2017).

Los 976 locales que los bancos tienen actualmente a pie de calle suponen la cifra más baja en más de tres décadas. Habría que remontarse a marzo de 1976 para encontrar un número más bajo, cuando había 945. Y estas cifras han podido quedarse ya desfasadas, ya que hay constancia de nuevos cierres en los últimos dos trimestres, en los que han continuado los procesos de ajuste de algunas entidades. La crisis del coronavirus incluso ha acalorado la reconversión del sector. La reciente fusión de Caixabank y Bankia es el ejemplo más palpable de ello, una operación que traerá consigo un nueva oleada de cierres.

La provincia de Zaragoza, y especialmente la ciudad, ha sido el epicentro del recorte bancario de la última década, con la pérdida del 52% de las oficinas: de las 1.202 que había en diciembre del 2008 a las 578 sucursales del pasado mes de marzo, es decir, 624 menos. Solo en el último año han desaparecido 35. En el caso de Huesca, se han cerrado 150 establecimientos —14 de ellas en el último año—, desde el máximo de 362 establecimientos alcanzado en diciembre del 2007 a las 212 de ahora, un 41% menos. Teruel es la que sufrido un menor recorte de su red bancaria en términos proporcionales, con la clausura de 62 oficinas —siete en el último año—, al pasar de 238 a 176, un 26% menos.

La redimensión de la red de oficinas está motivada por varias razones. Por un lado, la concentración del sector bancario que se ha vivido en los últimos años, con sucesivos procesos de fusión que han reducido el número de entidades a una sexta parte. Y por otro, la necesidad de mantener a raya los costes de explotación en un contexto de dificultades para el negocio bancario, con unos ajustados márgenes de rentabilidad debido, entre otros motivos, a unos tipos de interés en mínimos históricos. A todo ello se suma el imparable proceso de digitalización, lo que acelerado el crecimiento de los servicios bancarios online, lo que ayuda a las entidades a ganar eficiencia y reducir al mismo tiempo costes operativos.

El drástico recorte de la red de oficinas ha tenido su traslación al empleo. El sector tiene en Aragón hoy una carta parte menos de trabajadores que hace once años. Son 3.407 puestos de trabajo destruidos en poco más de década (un 26% menos), al pasar de los 11.245 empleados de agosto del 2009 a los 7.838 al cierre del mes pasado, según datos de la Seguridad Social, que incluyen las plantillas de bancos y compañías de seguros.

La caída del empleo se ha visto frenada este año al retirarse el ERE previsto en Ibercaja, que contemplaba el despido de 550 empleados, una decisión que tomó la entidad aragonesa a raíz del crisis sanitaria.

A pesar de la abultada merma de empleados, la mayor parte de las bajas no han sido traumáticas, ya que se han materializado por la vía de las prejubilaciones. Para los sindicatos, lo peor es cómo han quedado las plantillas, que sufren jornadas laborales que se prolongan sistemáticamente, una mayor presión por vender productos y el cabreo de muchos clientes --sobre todo de los más mayores-- que se quejan de degradación de los servicios en las oficinas bancarias.

En cuanto a la situación en el medio rural, un total de 418 municipios aragoneses carecen de una oficina, lo que supone que el 4,4% de la población aragonesas (48.000 personas) no dispone de este servicio en su lugar de residencia, según un informe del sector. Son 35 localidades más que en el 2008. No obstante, el incremento de la exclusión financiera en el medio rural no ha sido muy notable hasta ahora en la comunidad, sobre todo en relación a lo ocurrido en otros territorios. Esto se debe en gran una a que Aragón conserva tres enseñas en su poder: Ibercaja y las cajas rurales de Aragón y de Teruel.