El Grupo de Homicidios sigue indagando sobre los pasos que siguió el joven Víctor da Silva tras el cotillón del Espacio Ebro en Zaragoza, donde sus amigos le vieron por última vez. Y los registros de su teléfono siguen siendo, por lo menos en la parte de las pesquisas que trasciende, lo más revelador al respecto. El joven realizó varias llamadas desde el móvil desde que sus amigos le perdieron de vista, una de ellas a la estación de Delicias.

La pista era prometedora, pero por el momento no parece que haya conducido a ninguna parte. La comunicación apenas duró siete segundos, y el análisis de las cámaras del recinto no revela que llegase a pasar por ella para coger ningún tren ni autobús con destino a Valencia o Bilbao, dos de los destinos de sus llamadas a sendas chicas, según fuentes de su entorno. Con ninguna de ellas mantenía actualmente ninguna relación, según aseguraron las citadas fuentes.

El joven lleva desaparecido desde la mañana de Año Nuevo. Es moreno, mide 1,78 metros, tiene el pelo negro y vestía traje oscuro, camisa rosa y pajarita cuando le vieron por última vez. Su móvil dio señal cerca de la plaza Mozart, un posible camino para regresar andando desde el recinto de Ranillas a su vivienda, en Vadorrey. Pero esta estaba cerrada y no faltaba nada de su habitación, con lo que la familia considera que no llegó a pasar por allí.

Su madre, Renilda da Silva, que regresó de Brasil de pasar la Navidad cuando los amigos le informaron de la desaparición, piensa que ha sido secuestrado, aunque no hay muchas pistas que así lo indiquen. Por el momento, entregó una muestra para comparar su ADN con un resto de sangre hallado en la zona. Aunque la aparición de nuevas pistas hace que la hipótesis de que resbalase, resultase herido y cayese a un canal pierda fuerza. Por ello, los Bomberos dejaron de buscarle allí al segundo día, tras la indicación de los investigadores policiales.