Las aplicaciones de ligar han revolucionado la forma de relacionarse entre las personas. De hecho, cada vez es más común asistir como invitado a una boda en la que los dos contrayentes se conocieron un día gracias a una de esas app. Pero no es oro todo lo que reluce, ya que los delincuentes han visto en las redes sociales un instrumento de actuación. Con ellas se producen estafas, acosos, agresiones sexuales y también delitos de sangre. En Aragón ya se han registrado dos asesinatos en las que víctima y homicida se conocieron gracias a esta forma: el conocido como crimen de la maleta, a finales del 2018, y el asesinato de un vecino de Getxo a manos de la banda de las citas, en Pedrola el pasado 6 de septiembre.

Más allá de la impunidad, que cada vez es menor porque los agentes que investigan los crímenes ya trabajan junto a sus compañeros especialistas en delitos tecnológicos, lo que buscan los delincuentes es el anonimato. El psiquiatra forense José Carlos Fuertes Rocañín mantiene que «la posibilidad de crear un perfil falso sin ser necesario un conocimiento físico en el que la comunicación no verbal juega un papel tanto o más importante que la verbal permite a los criminales crear la figura del conquistador o conquistadora que en un cara a cara no pasaría». Aunque haya rasgos de frialdad, de egocentrismo, de búsqueda de un fin sin importar los sentimientos de la otra persona, este especialista en Medicina Legal considera que los criminales que se esconden en las app no son psicópatas, sino que pueden tener rasgos psicopáticos que no responden a ningún tipo de alteración mental.

A este diagnóstico responderían tanto Jonathan Witmar B. N. como Candy A. L. y su novio Mohamed A. D. El primero está en prisión desde diciembre del 2018 por asesinar en su vivienda del barrio zaragozano de Oliver a un empresario madrileño con el que contactó a través de una aplicación de contactos gays. Asesinó a su víctima a martillazos y luego trató de esconcerlo en el interior de una maleta. Este joven tenía experiencia en matar, puesto que en su país de origen, Guatemala, ya acabó con la vida de otro hombre, en este crimen le sobrevino la circunstancia de residir en una comunidad de vecinos sin ascensor. Se vio en la obligación de llamar al Cuerpo Nacional de Policía porque no podía deshacerse del cadáver.

Dio varias versiones hasta que en una de ellas admitió que había sido él. Alegó que por un trauma de la infancia.

Crueldad

Candy A. L. y Mohamed A. D. fueron arrestados la semana pasada por la Guardia Civil como supuestos autores del asesinato de un vecino de Getxo en Pedrola. Ambos, supuestamente, crearon una banda junto a otros dos hombres en los que ella servía de cebo y los otros integrantes de la organización criminal de ejecutores.

La investigación apunta a que, a pesar de la crueldad de enterrar viva a una de las tres víctimas, los agresores creían que había muerto como consecuencia de las torturas empleadas para que este hombre les diera más dinero que el que tenía en las cuentas.

En cuanto al perfil de víctima, para Fuertes Rocañín está claro: personas tímidas, con pocas habilidades sociales y con necesidad de afecto. «Personas que de normal tienen reparos para ligar en una discoteca, en las redes sociales están deshinbidas porque cuentan lo que quieren y no hay el mismo miedo al fracaso», añade. Por otro lado está la persona que está siendo infiel a su pareja y que en caso de sufrir algún tipo de hecho delictivo no va a denunciar para que no se descubra su situación personal. Unas circunstancias que los criminales saben y que hacen uso de ello.

Badoo, Grindr, Tinder, Wapo... son algunas de las aplicaciones que han aparecido en investigaciones policiales por haber sido empleadas para cometer algún tipo de hecho delictivo. Los sospechosos juegan con una carta en su mano: pueden eliminar sus perfiles de forma rápida y, por ende, las pruebas en su contra. La tardanza de muchas multinacionales en contestar a los investigadores tampoco ayudan en las resoluciones.