Más de 70 localidades aragonesas celebran sus fiestas patronales a mediados de agosto, en honor de la Asunción, de San Roque o de ambos. Es la época del año en que un mayor número de pueblos y ciudades, entre ellas Calatayud, organizan los festejos con mayor tirón popular.

Pero este 2020 es especial. Debido al coronavirus ninguna de esas poblaciones, 73 en total, conmemorará la tradición anual, una situación que supone un duro golpe para sus economías, afecta de forma negativa al estado de ánimo de sus habitantes y causa mucho daño a sectores como el turismo, la industria del ocio y la cultura.

La coincidencia de tantas localidades en fiestas tuvo ayer una incidencia directa en el tráfico rodado, que aumentó en plena operación salida. Con todo, los numerosos desplazamientos a los pueblos discurrieron con normalidad y no se registraron accidentes.

La suspensión de las fiestas no es un problema nuevo, pero en agosto aparece en toda su crudeza. La consigna es evitar las aglomeraciones y todos los ayuntamientos han difundido mensajes para informar a los residentes y los visitantes de la necesidad de respetar la distancia social, usar guantes y mascarillas, lavarse a menudo las manos y, ahora, no fumar tampoco en espacios abiertos.

En este cometido, las peñas desempeñan un papel esencial. Y en Calatayud se han estampado camisetas con lemas para concienciar a los vecinos de que en San Roque no hay que bajar la guardia.

En Calatayud, la prohibición es absoluta y, de hecho, la población ha respondido disciplinadamente, hasta el punto de que «no se ve a nadie en unas calles que, otros años, en estas fechas, estaban a tope de personal», explica Braulio Gracia, exconcejal de Festejos.

Y su alcalde, el popular José Manuel Aranda, insiste en que la situación es «muy preocupante» y no deja otras alternativas en bien de la seguridad sanitaria de la población.

El panorama de la plaza de España vacía es bastante elocuente. Siempre ha sido el escenario tradicional del chupinazo de San Roque, a cargo del peñista del año, pero en esta ocasión no ha habido nada. Como tampoco ha habido vino de honor ni ninguna de las actividades que conlleva la celebración.

«La gente está concienciada de que no se puede hacer nada», señala Pilar Mustieles, alcaldesa de Caspe, otra población que se ha quedado sin su semana lúdica de mediados de agosto. No ha habido ni chupinazo ni apertura de las peñas, informa.

Más vigilancia

«Los que peor lo pasan son los jóvenes, que llevan todo el año esperando este momento», indica la regidora, que comenta que la Policía Local ha sido reforzada para que puedan realizar mejor sus tareas de control y vigilancia.

En Binéfar, que retrocedió a la fase 2, se ha seguido la misma tónica, con un pleno municipal que, entre los puntos del orden del día, ha abordado la suspensión de las fiestas patronales. «La medida está aprobada en comisión», indica su alcalde, Alfonso Adán.

Pero no solo las fiestas de agosto han recibido un golpe de gracia. Las que se organizan en septiembre están siguiendo el mismo camino. Así, en Alagón se han anulado las que tienen lugar del 4 al 8 de septiembre, indica su alcalde, Pascual Embid, que no obstante señala que su ayuntamiento autoriza ciertos espectáculos culturales a lo largo del verano, respetando las medidas de seguridad, con el fin de no perjudicar a un sector esencial.

Alagón se ha adelantado a suprimir la semana lúdica «para no crear demasiadas expectativas» a la vista de la evolución de la pandemia. Y lo mismo ocurre con La Almunia, que ha dicho adiós a las fiestas en honor de Santa Pantaria, que tienen lugar a finales de septiembre.

«Es una decisión que todos tenemos asumida», subraya la alcaldesa, Marta Gracia, que explica que el dinero destinado a los actos festivos se destinará a otros usos, principalmente gastos necesarios para facilitar la vida cotidiana de los vecinos.

Valderrobres, en Teruel, debería haber lanzado hoy el estruendoso chupinazo, la señal de salida de sus fiestas. Pero su alcalde, el popular Carlos Boné, remarca que no se llevará a cabo «ningún acto vinculado al evento», salvo los de carácter religioso y siempre y cuando se respeten las normas de seguridad.

La población carece de policía propia, por lo que es la Guardia Civil la encargada de mantener el orden. Con todo, afirma Boné, «no habrá problemas porque todos sabemos la gravedad del momento». «Hay que poner la vista ya en las del año que viene, en que todos estemos celebrándolas en el 2021», declara.

Calanda, en el Bajo Aragón, se ha visto asimismo afectada por la supresión de las fiestas de mediados de agosto. «La gente lo entiende, es consciente de lo que hay, de forma que no ha habido ningún problema», afirma un miembro del consistorio. «De todas formas», prosigue, «esto se veía venir y no ha cogido por sorpresa a nadie», añade.

Manuel Rando, alcalde de Calamocha, manifestó asimismo que no habría «ningún tipo de acto» y dijo que ya hay que mirar para el año que viene. De todas formas, en su localidad se ha duplicado el espacio de terraza de los locales de hostelería.

En todas las localidades afectadas, la suspensión de los eventos festivos se ha apoyado en el decreto que emitió la DGA al respecto, prohibiendo los festejos y otros actos multitudinarios, que tiene una vigencia hasta el 30 de septiembre. Esta anticipación ha permitido, dentro de las limitaciones que presentan los pueblos con menos habitantes, idear sistemas para vigilar que se cumple la prohibición de grupos de más de 10 personas.

Con todo, pese a las limitaciones, las fiestas tendrán una vertiente familiar y seguirán siendo un motivo de encuentro entre familiares, amigos y personas procedentes de los pueblos y que residen en otros lugares.

Golpe a la distribución

Sin embargo, las economías locales se resentirán de este golpe, en particular la hostelería y el comercio, en tanto que proveedor de los negocios de restauración y alojamiento. Se calcula que la distribución de bebidas ha descendido en Calatayud un 70%, apunta Braulio Gracia, que trabaja en una empresa del sector.

Y este porcentaje, explica, puede aplicarse al conjunto de Aragón. «El consumo de alcohol ha descendido de forma radical», señala. «La cerveza es una de las bebidas más perjudicadas por la supresión temporal de las fiestas en Aragón, y está por ver si el hecho de que se venda más en tiendas de alimentación y grandes superficies compensa las pérdidas que se acumulan al no haber actos festivos», advierte. Porque las fiestas, advierte, generan una gran demanda a través de los pabellones, las barras que montan las peñas y otros negocios que duran tanto como las actividades lúdicas.

"La suspensión de las fiestas afecta a cada persona de forma distinta"

La psicóloga zaragozana Isabel Gurría Sauras señala que la suspensión de las fiestas «tendrá un impacto innegable en los aragoneses, en función de su edad, de su capacidad de adaptación y de otras circunstancias».

La forma en que «este hecho totalmente nuevo» influya en los vecinos de pueblos y ciudades «es difícil de valorar», pero, en cualquier caso, «variará de una persona a otra». «Hay que tener en cuenta que las fiestas es algo que se espera con mucha ilusión y que posee un gran impacto emocional», explica la psicóloga.

Desde su punto de vista, no se puede deslindar la parte lúdica de las celebraciones de la «vertiente afectiva» presente en la vuelta al pueblo y el reencuentro con amigos y familiares.