Querido Enrique, como no podía ser de otra forma, te nos has ido con las botas puestas, como tú deseabas, siendo profesor emérito de la Universidad de Zaragoza, actor, escritor, constructor de teatros, uno de los tres más locos de España, mentor de tus alumnos, fiel amigo de tus amigos.

Eras el caos dentro de tu orden, capaz de recordar de memoria cientos de páginas perdidas en tu ordenador, genial orador con ingente poder de convocatoria, te llevas el cariño de tu maravillosa familia, tus alumnos y también de tus compañeros a los que nunca dejaste de sorprendernos y que siempre te recordaremos con cariño como el Dalí de la Sociología.

En una ocasión me transmitiste te gustaría ser recordado como una persona que recibió mucho y se esforzó por devolver algo más. Nos diste mucho Enrique. Por todo ello, mil gracias.