La monjas de clausura del monasterio de Santa Mónica vivieron el confinamiento con preocupación, pero con confianza. Sus años de experiencia tras una reja, viviendo su vocación religiosa, hacían de ellas un modelo de comportamiento cuando no se podía salir de casa. Sin embargo, esta realidad ocultaba un problema significativo: tenían previsto abrir un obrador de pastelería para financiar su convento y el covid-19 trastocó todos sus planes. Ahora, con la llegada de la nueva normalidad, han podido contraatacar con sus recetas tradicionales. Y por ahora la propuesta es todo un éxito.

El obrador de Las Mónicas, como se las conoce en la ciudad, no se parece a ninguna pastelería al uso. Está presidido por el nombre de Jesús y bastante a la vista se encuentran recipientes con sal y agua bendecidas. «Estamos muy agradecidas con la respuesta de la gente, todos vienen con la ilusión de colaborar», explica sor Gema, la hermana encargada de impulsar esta iniciativa junto con las religiosas más jóvenes del convento.

El esfuerzo que dedica a la confección de los dulces es enorme, por lo que dicen. Y en estas primeras jornadas (solo llevan dos semanas abiertas) todavía tienen que ajustar tiempos de trabajo, cantidades de producción y esas cosas más relacionadas con el mundo exterior que con la vida consagrada. «Estamos revolucionadas, pero sabemos que este no será el ritmo que vamos a llevar a partir de ahora, pues las cosas se calmarán cuando pase la novedad», confían.

El producto estrella del obrador son los rollitos de anís, que venden a 2,75 euros. La galleta es frágil y sabrosa. También ofrecen Polancas o rosquillas, que en Zaragoza tienen una gran tradición que ha sorprendido a las propias religiosas. Para después del verano dejan las creaciones con chocolate. «Queremos que la gente se quede satisfecha y vuelva muchas veces», dicen.

No ocultan que su apuesta por la pastelería tiene que ver con la necesidad de financiar la orden. Pero aseguran que tratan de ajustar sus precios y su actividad a sus necesidades reales. Sin embargo, hasta después del verano no sabrán si su estrategia comercial es la correcta. Es difícil de saber cuando se vive de puertas adentro.

El confinamiento fue una época de replantearse muchas cosas. «Este obrador nos hace luchar todas unidas por una cosa concreta que complementa la razón fundamental por la que estamos todas aquí», reconocen. Ahora su misión es cumplir expectativas. En Zaragoza había ganas de dulces de monja, como han demostrado. En sus manos está iniciar una tradición repostera que las ponga en boca de todos.