Casi 19 meses después de su inauguración, el cuarto cinturón de Zaragoza (Z-40) sigue a oscuras por la noche. Los centenares de farolas que flanquean esta vía rápida en sus 13,5 kilómetros de longitud jamás se han encendido, pese a que ya estaban colocadas el 20 de mayo del 2003, cuando Alvarez Cascos, entonces ministro de Fomento, inauguró precipitadamente la ronda en lo que se consideró un acto electoralista, dado que sólo faltaban cinco días para los últimos comicios municipales.

La causa del prolongado apagón no es otra que la falta de presupuesto del Ministerio de Fomento, que ha decidido dejar que las tinieblas invadan muchos de los cinturones construidos durante los últimos años en España, entre ellos el inagurado a finales de noviembre entre la autovía de Logroño y la Ronda Norte, también en la capital aragonesa.

Para encender los puntos de luz del cuarto cinturón no bastaría con pulsar un interruptor, ya que Fomento ni siquiera ha realizado las instalaciones de interconexión con la red general de Eléctricas Reunidas de Zaragoza (ERZ), que corren por cuenta del Ministerio.

Iluminar los seis carriles de la ronda requeriría la construcción de siete centros de transformación a lo largo del trazado, que se inicia junto a la nueva Feria de Muestras, en la autovía de Madrid, y concluye abruptamente en la carretera de Castellón (A-68). El coste global de las estaciones transformadoras es de 430.000 euros, el equivalente de 70 millones de pesetas.

Una vez construidos y equipados, los centros de transformación recibirían la electricidad distribuida por ERZ y la convertirían en energía de baja tensión, la que precisan las farolas decorativas para encenderse.

El cuarto cinturón ha estado siempre un tanto gafado. Transcurridos algo más de dos meses desde su puesta en marcha, en agosto del 2003, uno de los accesos más importantes a la ronda, el que parte de las cercanías de la urbanización de Montecanal, tuvo que se clausurado al tráfico. El motivo era que se había inaugurado con tanta prisa que no había dado tiempo a terminar una serie de obras complementarias, como la conexión con la futura entrada de la autovía Mudéjar en Zaragoza por Valdespartera.

Su mayor deficiencia, sin embargo, es el hecho de que se trata de un tramo de muy limitada utilidad para el tráfico debido a que no cruza el cauce del Ebro, con lo que no cumple su principal cometido: unir la autovía de Madrid con la N-II y la autopista de Barcelona.

Pese a todo, la Z-40 no fue una obra barata. Costó 13.800 millones de pesetas del año 1999, es decir, 82,9 millones de euros actuales.