La colonia felina del Museo Romano de Zaragoza consiguió lo impensable, que sus trabajadores parecieran, como poco, empleados de la NASA, ataviados con unos trajes de protección compuestos por un buzo, mascarillas, polainas, guantes y gafas. Sucedió en el 2018 y durante un tiempo tuvieron que utilizarlos cada vez que accedían la superficie arqueológica, moviesen la tierra o levantasen polvo por recomendación del servicio de Prevención.

Todo comenzó cuando una empleada se contagió de tiña mientras limpiaba una zona en el exterior y durante semanas Cs estuvo pidiendo explicaciones y exigiendo que se retirase a esta colonia de las ruinas romanas. También lo solicitó Inspección de Trabajo, pero el anterior Gobierno de Zaragoza en Común optó por la inacción y el actual, con PP y Cs, no ha decidido nada.

Este fue solo uno de los casos más polémicos de la anterior legislatura que despertó las quejas del movimiento animalista que también salió a la calle para salvar a los gatos de Averly, como ha sucedido ahora con los de la antigua fábrica de Giesa.

El supuesto contagio de la tiña reabrió del debate sobre si los gatos deben habitar en unos restos patrimoniales en los que el ayuntamiento ha tenido que actuar en más de una ocasión por los daños que ocasiona. Pero se quedó en eso, en un cruce de opiniones.

La confirmación por parte del Instituto Municipal de Salud Pública de la existencia de un hongo, el trichophyton mentagrophytes, que puede llegar a causar tiña, en una de las zonas del arenero del foro provocó que algunas formaciones, como Cs, solicitasen que se buscase otro emplazamiento. Ahora los esfuerzos se centran en acabar con las plagas de roedores y palomas, que han multiplicado su número en los últimos años hasta llegar a las 12.000, el doble del número recomendable, según Salud Pública, y que están ocasionando problemas de salubridad en determinadas zonas de la ciudad.

De los gatos se ocupan los voluntarios del denominado proyecto CES (Captura, Esterilización y Suelta) que se encargan de «atrapar a todos o la gran mayoría de los gatos de una colonia, esterilizarlos y devolverlos a su territorio», además de controlar que están bien alimentados y en buenas condiciones, y que critican que se señale a estos felinos como los causantes de estas plagas.

En teoría, serían los encargados de alimentar a los gatos, pero los vecinos también ejercen esta función y eso tiene sus consecuencias, como la suciedad. Por si fuera poco, la comida llama la atención de los roedores y las palomas lo que está provocando un aumento de su población descontrolada.