Qué suerte tienen los franceses! Fíjense en la peripecia de mis dos colegas gabachos secuestrados en Irak. Su Gobierno (que es de derechas, pero de la derecha democrática y señorial) ha actuado con sinigual decisión para salvar sus vidas. Sin ceder al chantaje terrorista, pero sin bravatas; sin renunciar al laicismo, pero tendiendo la mano al mundo musulmán. La movilización de las conciencias y el alarde de arabismo hecho por la diplomacia gala están a punto de lograr el milagro.

No todos los gobiernos son iguales, claro. Si eres español, no puedes contar (al menos no podías hasta el pasado mes de marzo) con que tus máximos jefes políticos te traten como si fueses un auténtico ciudadano. El caso del Yak ucraniano, su fatal accidente y lo que vino luego resultan perfectamente ilustrativos. Llegaron Trillo y los suyos a la colina turca donde se había estrellado el avión (el ministro, de traje y con zapatos de salón), vieron el panorama, consultaron con Madrid y decidieron que era preciso llenar como fuese los ataúdes, traerlos de vuelta, montar el funeral y echarle tierra al asunto (nunca mejor dicho) en plan visto y no visto. Porque si la cosa se alargaba por aquello de identificar bien los cadáveres y mostrar un mínimo respeto a las familias de las víctimas, pues seguiría el tema en el candelero y también el debate sobre las garantías de aquellos demenciales vuelos contratados a precio de saldo. Y bien es sabido que el gran Aznar y sus implacables ministros, cuando no les cuadraba algo, eran capaces de darle la vuelta a la realidad y llamar día a la noche o blanco a lo negro (como se vio luego el 11-M). Vamos que te tocan mandameses así y estás servido, seas militar o seas periodista y te asesinen los americanos en su triunfal conquista de Bagdad.

Hay gobiernos y gobiernos, sí. Y ya casi ni me atrevo a despotricar de los que nos tocan en suerte aquí, en España. ¡Piensen ustedes lo que tienen que lidiar los pobres rusos!