Prometía ser La Vaquilla de su vida, pero... Aitor García y José Manuel Alba, de la peña Nos an Soltao , los elegidos para poner el pañuelo al Torico, aún lamentan que la ceremonia con la que sueña todo vaquillero el sábado no saliera bien. No del todo. El pañuelo que colocaron no era el entregado en el ayuntamiento, como dicta la costumbre, sino otro cualquiera . "Esto, para uno de nosotros... no se puede explicar. Hay que ser vaquillero para entenderlo".

"Los nervios me traicionaron", comentaba ayer Aitor, quien relató los hechos. El sábado, a las cuatro y media sonó el campanico --acto que marca el inicio de las fiestas--, al tiempo que la alcaldesa Lucía Gómez entregaba en el balcón de la casa consistorial a la peña Nos an Soltao el pañuelo que durante las fiestas debía lucir el Torico.

Mientras, Aitor y José Manuel esperaban a los pies del monumento la llegada de la prenda. Eran los elegidos. Como ocurre siempre, se suponía que sus compañeros de peña llevarían el pañuelo hasta la plaza y una vez allí... a trepar.

EL ORIGINAL Pero el pañuelo original nunca llegó a su destino o por lo menos lo hizo demasiado tarde. "La gente comenzó a gritar y pensé que el pañuelo lo tenía José Manuel, así que subí hasta el Torico. Pero mi sorpresa llegó cuando una vez arriba me percaté de que mi compañero tampoco lo tenía".

La emoción y el nerviosismo se apoderaron de Aitor y no le quedó más remedio que improvisar; un miembro de la peña le entregó desde abajo otro pañuelo y, con la ayuda de José Manuel, lo colgó del Torico. La plaza estalló de alegría como cada año. Era el momento cumbre y nadie se dio cuenta de nada.

"Fue un momento importante pero lástima del fallo. No obstante no deja de ser una simple anécdota. Todos nos hemos volcado con él", asegura José Manuel. Y es para Aitor, presidente y cofundador junto a su amigo de Nos an soltao , "ser un vaquillero, tener la oportunidad de anudar el pañuelo y no cumplir del todo ha sido muy duro".

Tan afectado está que incluso ha pedido disculpas a sus compañeros de Interpeñas y a la alcaldesa. "En esos momentos los nervios se te comen. Me ha costado muchas lágrimas. No me importa reconocer que he llorado", añade.

El lunes, a medianoche, como cada año, otras manos treparon la columna para quitar ese pañuelo que no era , poner por unos instantes el de verdad sin que apenas nadie se diera cuenta y susurrarle al Torico al oído que había sido un pequeño fallo, pero que Teruel había sido feliz otra vez. Otra vez como nunca.