Tolerancia y comprensión. Dos palabras pueden describir el ambiente que se vive estos días en la estación de Delicias de Zaragoza debido a la huelga del sector del taxi. Quienes llegan por turismo, trabajo o motivos personales lo hacen resignados, sin enfado ni ira, conscientes de lo que hay, como un viajero procedente de Barcelona: "Llegaré tarde, lo tengo difícil por el taxi".

Sus palabras en el teléfono móvil suenan calmadas poco después de las 10.00 horas, tras la llegada de un AVE desde la capital catalana. Tranquilamente camina hacia la parada del autobús situada a pocos metros.

Como ayer, un reducido grupo de taxistas se agolpa en la parada alrededor de las 9.00 horas. Lo hacen para "informar" sobre una huelga cuya continuidad decidirá hoy mismo el sector, en la asamblea de la tarde.

Están siete taxistas en la parada de "Llegadas", y entre ellos y los pasajeros que van apareciendo se forma un revuelo contenido. La imagen contrasta con la parada del otro extremo de la estación, desierta.

Junto a los coches, varios carteles salpican la parada: "Que se cumpla la ley. 1VTC / 30 taxis" o "Compañeros taxistas trabajando para VTC's", y debajo hashtags del tipo #ElTaxiNoSeVende o #TaxiEnLucha.

Preguntado por Efe, uno de los taxistas aclara que la problemática "no son los taxis pirata", sino "la concesión de licencias VTC", que en vez de haber una por cada 30 taxistas, hay 1 por cada 7, siendo estas concedidas a "un precio de 100 euros" cuando la del taxi "cuesta 100.000".

Sobre las 9.30 llega un AVE e irrumpen en la calle los primeros viajeros, como una pareja rusa, desde hace días de "tour" por España, según cuentan a Efe. Buscan un taxi que les transporte hasta la plaza del Pilar.

Como no conocen Zaragoza ni sus autobuses, y ni mucho menos el idioma, de una manera u otra se comunican con los taxistas allí reunidos, quienes llaman a un taxi de servicios mínimos para que los acerque a su destino; perplejos, esperan, y tras un par de minutos, llega el coche.

Al mismo tiempo, otra pareja de ancianos habla con los taxistas, quienes intentan contactar con otro taxi de servicios mínimos para que acuda a recogerlos. No tienen mucho éxito porque el 10 por ciento de servicios mínimos está ocupado.

Sin más preámbulos, uno de los taxistas presentes, que tiene su coche situado el primero, quita el cartel y los ancianos suben; en cuestión de segundos, desaparecen.

"No les cobrará, él es un voluntario que no está en la obligación de realizar el viaje, pero si es una persona mayor o una urgencia, se suele hacer", comenta una de las compañeras.

Detrás, Alejandro, obligado a buscar transporte público. "Me reservo mi opinión, pero entiendo la situación y soy tolerante con ella", declara a Efe. Soledad, a su lado, quien acaba de llegar de Pedrola (Zaragoza), se encuentra un tanto confusa, pues no conocía las circunstancias y teme llegar tarde a su cita, dice mientras espera al autobús 34 que la llevará al centro de la ciudad.

Juanjo, que es más escéptico con la situación, alega no importarle: "No sabía lo que ocurría, supongo que tendrán sus motivos, aunque no sigo el caso". Sin embargo, no conoce los autobuses de la capital aragonesa y, aunque los taxistas le indican cuál debe coger, entre risas afirma que tal vez termine yendo a pie a su destino.

En la Estación de Autobuses, donde al principio de la mañana no había nadie, comienzan a llegar varios taxistas. Bajan de sus autos y comienzan a charlar. Varias personas se acercan a ellos con prisa, pero no les sirve. Su trabajo hoy consiste en informar sobre sus reivindicaciones y su lucha.