de Fomento. Eso es, exactamente, lo que está pasando, por ejemplo, con la avenida Cataluña, para la que no hay excusa de por qué no se incluyó en el pack de cesiones del 2008. Al margen de siglas de los partidos que gobiernan, o de la disponibilidad económica del momento, los vecinos reclaman su entrega definitiva para poder seguir creciendo. Que este vial tenga mobiliario urbano no soluciona que el tratamiento sea idéntico al de cualquier calle, porque el ministerio no arregla bancos ni farolas, reasfalta o repara calzadas como si de una carretera nacional se tratara. O precisamente porque de eso se trata hasta que la ceda, por más que la realidad diste mucho de esta consideración formal.

El Ayuntamiento de Zaragoza en los últimos años ha hecho más por esta avenida que en las más de dos décadas que preceden a esta reivindicación vecinal. Ha redactado un proyecto para acondicionar esta avenida, le ha puesto precio a su remodelación integral --unos 9 millones de euros--, ha ofrecido soluciones técnicas a las enormes dificultades que presenta en algunos puntos para garantizar la movilidad y la seguridad de los usuarios... Atrás quedan todos los planes urbanísticos condicionados al auge del ladrillo (que incluían un desarrollo hasta La Jota que contemplaba incluso un viaducto que debían financiar los dueños de esos suelos). Pero con todos los mimbres técnicos y buena parte del trabajo administrativo realizado, Fomento ha vuelto a tirar de calculadora y se acoge a la fórmula matemática por la que solo le corresponde entregar 1,2 millones con la cesión de la avenida.

Mientras, la inversión que dedica a su conservación, como en el resto de la red de carreteras del Estado, es la justa y espaciada en el tiempo. Sin atender que, precisamente porque ya es una avenida engullida por la ciudad, son muchos miles de coches las que la atraviesan cada hora y cada día, y muchas más las necesidades que atender para salvaguardar la seguridad y el bienestar de quienes la utilizan, que también son muchos miles de vecinos y conductores.

Este es el ejemplo más vistoso, pero hay más. Nadie pensaría hoy que la avenida Navarra es una carretera convencional. En el papel lo es, en la práctica, no. El tramo que va desde la conexión con la carretera de Logroño hasta la rotonda de la Ciudadanía lo viene reclamando Zaragoza desde hace años. Sin éxito alguno. El deterioro de esta calzada ha sido, tradicionalmente, aún mayor que el de la avenida Cataluña. Y la inversión de Fomento, en la misma proporción, aún menor.

SIETE MÁS Ni siquiera el convenio del AVE, firmado en el 2002 ha servido para desbloquear esta cesión que ya se ha hecho de facto. La remodelación integral de esta avenida ha quedado definitivamente aparcada por el Gobierno central en esta legislatura, junto al túnel de la A-68 y la remodelación del entorno del Portillo. La devolución de la deuda financiera de Zaragoza Alta Velocidad es prioritaria y no deja ni un euro para estos proyectos.

Pero estos son solo dos de los tramos pendientes de ceder y, al menos en apariencia, ya urbanos. Pero hay siete más que, también hay que decirlo, el ayuntamiento no ha solicitado formalmente, ni está negociando con el ministerio. Porque no urge actuar por cuestiones de seguridad y, en tiempos de crisis, asumir su mantenimiento tampoco es que corra mucha prisa en la casa consistorial. Es el caso del tramo de la carretera de Huesca que va desde la avenida de los Pirineos hasta la rotonda de la MAZ, el de la carretera de Valencia que conecta con la rotonda de acceso a Valdespartera, el de la carretera del aeropuerto que une la N-232 con Miralbueno, el tramo más urbano de la A-68, tanto el que une La Cartuja con la Facultad de Veterinaria como la avenida Ciudad de Soria, o la travesía de Santa Isabel.