El aragonés Carlos López Otín (Sabiñánigo, 1958), catedrático en el área de Bioquímica y Biología Molecular, presentó ayer en Zaragoza, visiblemente emocionado, su libro La vida en cuatro letras. Se trató de su segunda conferencia (la primera fue el lunes en Oviedo) después de un año y medio «de un profundo aislamiento», dijo.

En él habla de la felicidad, del reto del genoma humano o de la solidaridad de las personas. Al final, según contó, ha logrado escribir un libro «de autoayuda» que le ha permitido salir del pozo al que cayó tras los ataques injustificados que recibió su carrera investigadora y que le obligaron a retirar ocho artículos científicos. «He sentido una gran decepción social. Cualquiera en esta vida puede destruir a alguien y eso me ha pasado a mí. Han tratado de hundirme por una banalidad vergonzosa, pero he sobrevivido», aseguró.

Ha sido más de un año apartado de la vida científica, que ahora vuelve a recuperar con sus clases y sus líneas de investigación en la Universidad de Oviedo, pero la situación fue tan crítica que inclusó pensó en quitarse la vida. «Un día te despiertas, sientes un extraordinario sufrimiento... pero pensé que era demasiado pronto para abandonar y perderme la vida. He sufrido mucho, pero el aragonés nunca rebla», aseguró.

López Otín, una eminencia en investigaciones relativas a la biología del envejecimiento, el cáncer o el análisis funcional de genomas, también ha tenido que afrontar, además de los ataques a su carrera, la «destrucción» de su laboratorio en Oviedo.

Desde allí le llamaron en junio para informarle de que una infección había colonizado el animalario donde guardaba el trabajo de décadas. «6.000 ratones se perdieron en un día, hubo que sacrificarlos, y reconstruir eso nos puede costar cinco años, pero vamos a volver. Yo no sé donde estaré, pero nos vamos a recuperar del todo. Cualquiera puede ser destruido, pero todo el mundo puede resistir», señaló.

Sobre su posibilidad de regresar a Aragón a trabajar, López Otín agradeció «el ofrecimiento» del presidente Lambán y del rector Mayoral, y no cerró las puertas. «Si me requieren para algo útil estaría encantado de venir, gratis, a colaborar. Pero en ningún momento quiero sustituir a nadie ni crear mi laboratorio, eso sería egoista. Hay jóvenes aragoneses que merecen más la pena y la oportunidad que yo. Esta siempre será mi tierra y estoy para ella», añadió.