Aunque haya pasado casi inadvertido para los zaragozanos que pasan estos días por el Mercado Central de Zaragoza, el edificio ya exhibe la imagen definitiva de una estructura que data de hace 123 años de antigüedad y que, con la actual rehabilitación, ha recuperado el «gris metálico» idéntico al que se le dio en 1908 aprovechando la celebración de la Exposición Hispanofrancesa en la capital aragonesa. Ciento diez años de historia que salen de nuevo a la luz y que hoy luce una apariencia que será definitiva.

Los responsables del proyecto han elegido este color entre las 14 capas que se han aplicado durante más de un siglo de historia, de acuerdo con la Dirección de Patrimonio, y no será finalmente el blanco que, tras una minuciosa investigación se ha descubierto, utilizó el arquitecto Félix Navarro, para el diseño original de este emblemático edificio de Zaragoza. «Antes de que se cumpliera un año, este color se convirtió en amarillento por el pigmento utilizado en la pintura de aquella época», explicó a este diario el arquitecto de la actual reforma, José Antonio Aranaz.

Entonces era una estructura que sufrió la climatología extrema de la ciudad y los efectos de estar a la intemperie. Y no se sabe a ciencia cierta si fue por la celebración de la Expo, pero en 1908 «varios edificios de la ciudad fueron repintados con ese gris metálico» que ahora lucirá toda la estructura del mercado de Lanuza.

Ni el blanco, ni el verde, ni el naranja ni otros tonos de grises que aparecieron rascando sobre la actual. Colores que también aparecían en los detalles que lucen los pórticos del edificio, con motivos vegetales, serpientes o del dios del comercio Hermes, entre otros. En uno de estos pórticos se ha decidido mantener la pintura original de los mismos, y luego cubrirlo de nerografito, aunque quedará para el futuro referenciada su ubicación por si algún investigador desea ahondar en su historia.

Ese gris claro que ya manda en la imagen actual del Mercado central, con la cubierta retirada y a la espera de empezar a colocar la nueva, cuando se terminen los refuerzos metálicos sobre los que se asentará, es lo más identificable hoy de una obra que avanza «en el plazo previsto». De hecho, se calcula que «al finalizar el año se habrán certificado trabajos por valor de 2,2 millones de euros», que corresponden al 25% del total del coste de la ejecución de la reforma. Un plan de trabajos en el que ahora se incluye el refuerzo de todos los pilares existentes en el edificio. Siete de ellos, asegura el arquitecto, han aparecido rotos y tendrán que repararse y, a continuación, se duplicarán, con nuevos pilares colocados junto a los originales para ganar en estabilidad y seguridad para otros cien años como mínimo.

REFUERZO

Sobre ellos, en esta ocasión, se apoyará la fachada acristalada que se pretende en esta reforma, y que requerirá de un plus de estabilidad, especialmente en el lado de la línea del tranvía, por las vibraciones y porque pasa a escasos metros del edificio. Y por el efecto del viento, que ha sido uno de los elementos clave a afrontar desde su construcción, ya que motivó el cerramiento del edificio y llegó a incluir tensores desde la cubierta para soportar el «esfuerzo horizontal» al que obliga al mercado. La próxima semana se empezará a colocar la nueva cubierta y antes de Navidad estará instalada.