El párroco de Épila, Miguel Ángel Barco, continúa en su puesto pese a que el Arzobispado de Zaragoza decidió anteayer retirarle cautelarmente de la localidad, al menos hasta que se aclaren las circunstancias del presunto acoso cuya ocultación motivó al parecer el cesde del arzobispo Manuel Ureña. Ayer, mosén Barco ofició la misa que tenía prevista en un convento de la localidad.

Fuentes del arzobispado confirmaron que, como publicó EL PERIÓDICO, la decisión de apartarle está tomada. Pero ayer nadie se había puesto en contacto con él para informarle de ello.

Una hora antes de esta misa, a las 18.00 horas, un mensaje que circulaba por WhatsApp, de origen desconocido, había convocado a los vecinos a mostrar su oposición a la labor del cura con una concentración frente a la iglesia principal de la localidad. La concentración tuvo poco tirón, bien fuera por el mal tiempo, porque la labor del cura no preocupa tantos vecinos o porque, al leer este diario, pensaron que mosén Barco ya no estaba al frente de la congregación. Apenas una decena de vecinos acudieron a la cita.

Barco interpuso el pasado miércoles una denuncia por calumnias contra el diácono Daniel Peruga, que presuntamente le habría acusado de abusar de él incluso utilizando un narcótico conocido como burundanga para anular su voluntad. Él, como su abogado, Javier Osés, mantiene su inocencia.

Por su parte, el abogado de Peruga, Enrique Trebolle, anticipó antes de que la denuncia sea (o no) admitida a trámite por un juzgado de La Almunia que su cliente no ha acusado oficialmente a nadie de nada. El arzobispado de Zaragoza le pagó más de 100.000 euros, cinco veces más de lo usual para mantener a los afectados por una secularización. El arzobispado sostuvo que fue una indemnización normal, pero Ureña, que mantiene que se retiró por salud, fue retirado por el Vaticano.