El carácter marcadamente húmedo del primer semestre del 2018 en Aragón, con lluvias abundantes y un pico 3.000 hectómetros de reserva de nieve en abril, ha generado una situación hidrológica excepcional en la margen izquierda de la cuenca del Ebro.

Esta sobreabundancia de agua tiene varias vertientes muy positivas. Por un lado, las necesidades de la agricultura y el consumo humano están aseguradas, dado que los recursos hídricos embalsados a principios de este mes de julio, un total de 6.733 hectómetros cúbicos, supone el 88% de la capacidad de los pantanos del valle del Ebro.

Y, para el sector industrial, el panorama es igualmente prometedor, ya que en la actualidad la energía hidroeléctrica potencial se sitúa en 3.811 gigavatios hora (GWh), valor equivalente al 89% de la capacidad máxima de la cuenca.

Por otro lado, las grandes reservas de nieve de invierno y primavera se han reducido considerablemente con el proceso de deshielo. Pero, aun así, ahora mismo se sitúan en 78 hectómetros cúbicos, es decir, siete veces más que en la misma época del año pasado, y más de dos veces el promedio de los últimos cinco años.

GRANDES CAUDALES / Se trata de un volumen que tendrá una notable incidencia en la práctica de actividades deportivas en el Pirineo, dado que entraña que los cursos de agua del Pirineo llevarán aún durante un tiempo un caudal por encima del normal y que, en las partes más altas y protegidas de la cordillera habrá que extremar las precauciones al atravesar zonas cubiertas por las últimas nieves. La Guardia Civil de montaña ha lanzado repetidas advertencias y llamadas a la prudencia en este sentido desde que empezó el verano.

«Este año incluso se ha superado el pico máximo de reserva de nieve», certifica Rafael Requena, responsable de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Aragón. De hecho, apunta, el tiempo frío se ha prolongado tanto que el deshielo no empezó realmente hasta el mes de mayo.

Requena señala que, con todo, «no hay exactamente más nieve que otros años». «Lo que sí es espectacular es el alto contenido en agua de la reserva nival, un valor que no guarda relación con su espesor, que se mantiene en la media de los últimos 20 años», subraya.

APORTACIONES / «Lo que llama la atención es que la reserva de nieve de abril, de 3.000 hectómetros cúbicos, fue casi el doble del valor medio entre marzo y abril, que es de 1.700», explica María Luisa Moreno, jefa del Área de Hidrología y Cauces de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE).

La gran cantidad de nieve ha tenido un efecto directo sobre las aportaciones a la masa de agua superficial, que ascienden a 9.500 hectómetros cúbicos desde el pasado 1 de octubre hasta la actualidad, «un tercio más que el año pasado», según la experta. Esta cifra que resalta más todavía si se tiene en cuenta que el año pasado no se alcanzaron los 6.000 hectómetros cúbicos en el mismo periodo y que la media de los últimos cinco años es de 7.500.

El hecho de que el 2018 esté resultando un año con muchas aportaciones en forma de lluvia y nieve ha tenido como consecuencia una menor demanda de agua embalsada por parte de la agricultura en las subcuencas de la margen izquierda del Ebro, dado que en la derecha, sometida a una sequía endémica, la situación es desigual.

En cambio, el hecho de que muchos pantanos estén casi llenos hasta arriba ha significado que la CHE ha tenido que realizar maniobras de desembalse ante la previsión de crecidas por las intensas lluvias o la aceleración del proceso de fusión de la nieve en las primeras olas de calor, entre los meses de abril y junio.

Eso en lo que a la parte visible de las reservas de agua se refiere. Porque, al margen, todos los recursos hídricos que se han filtrado en el subsuelo han recargado los acuíferos y constituido un complemento difícil de valorar.

MENOS ESTIAJE / Otra consecuencia de la abundancia de agua se refleja en los caudales de los ríos que bajan del Pirineo y el Prepirineo, que están «bastante por encima de la media, con lo que el estiaje este verano se ha visto muy atenuado», en palabras de María Luisa Moreno.

El caso práctico más notable es el del río Ebro, por el que ahora baja un caudal de 300 metros cúbicos por segundo, según datos de la estación de aforo de Zaragoza, cuando otros años, por estas fechas, apenas pasaban 50 metros cúbicos.