Un elevado nivel de decibelios en el aparato de música puede tener consecuencias negativas para el usuario. No sólo se hace acreedor de una posible multa municipal, sino que también existe el riesgo de atraerse la repulsa de los vecinos, que a veces se agrava con respuestas más contundentes que la simple llamada de atención.

Esto último es lo que le ocurrió a una joven rumano, vecino de la zaragozana calle de la Corona de Aragón y aficionado a escuchar música a horas intempestivas, lo que no debe hacer ninguna gracia a su compañero de piso, el también rumano Georghita E., de 33 años.

Las aficiones melómanas del joven culminaron en la madrugada de ayer con un incidente en el que tuvieron que intervenir efectivos de la Policía Local para proteger su integridad física.

Era pasada la medianoche cuando la música que tenía puesta el joven en su habitación turbaba el sueño de Georghita. Según el atestado instruido, las llamadas de este último a la moderación en el volumen no surtieron efecto y el implicado tenía que madrugar al día siguiente para ir a trabajar.

Georghita adoptó entonces un solución tremendista y se armó con un sable de 78 centímetros de hoja. De esta guisa y con el espíritu del samurai se dirigió a la habitación de su compañero para proponerle una alternativa, el silencio o la espada.

Triunfó la primera opción, pero el melómano avisó a la Policía Local que procedió a detener al alterado Georghita por un presunto delito de amenazas, y que tampoco pudo dormir esa noche, aunque su compañero bajó el volumen.