La última encuesta del CIS ha supuesto un serio mazazo para las aspiraciones del PSOE a ganar las elecciones europeas, y para las aspiraciones de Alfredo Pérez Rubalcaba de mantenerse al frente del liderazgo de los suyos.

Con más de cinco puntos por debajo de la intención de voto del Partido Popular, los socialistas, estancados en un raquítico 26%, se ven abocados ya sin remisión --a menos que cambien mucho las tornas-- a una catarsis interna, a la que no acertaron a someterse en el último Congreso de partido.

Ordalía que, lógicamente, de producirse ahora, en breve, debería comenzar por el relevo de su dirigente referencial, un Rubalcaba lastrado por el ejercicio del poder, por la recurrencia del pasado y por sus malos números pre--electorales. Un líder que nunca lo fue (sí un buen ministro, sí un buen segundo) y que se está revelando incapaz de derrotar a un Mariano Rajoy en sus horas más bajas.

Si los socialistas no ganan ahora, con Montoro chinchando a las clases medias y con Wert poniendo chinchetas a la actividad cultural, con Soria revendiendo los restos de la industria nacional y con Mato dándole matarile a la sanidad pública, con la mayor tasa de paro de Europa y con un país plagado de indignados y desencuadernado por las tensiones nacionalistas, no gana nunca.

¿Y si el PSOE pierde, qué pasará, dimitirá Rubalcaba?

Lógicamente, así debiera ocurrir, pero a menudo la lógica, en política, depende de factores muy poco lógicos: los personalismos, las sectas e intereses internos... Tantos factores, a menudo, como jefes hay en la Ejecutiva.

Mucho me temo que, aún perdiendo, el actual equipo socialista, con Valenciano, López y otras medianías, se empeñe en amarrarse al barco zozobrado y, causando alarma y zozobra al resto de la sociedad, persista en seguir pilotando nuevas rutas electorales. En ese caso, y a poco que Carme Chacón o alguno de los posibles herederos del viejo cetro de Felipe González, presione un poco, el socialismo español se vería seriamente amenazado por una escisión interna.

En Aragón, una derrota, aunque europea, supondría para el secretario general de los socialistas aragoneses, Javier Lambán, otro obstáculo en su carrera hacia el Pignatelli. Para el PP de Luisa Fernanda Rudi, contrariamente, un aval.