La expansión mundial del virus estancó el regreso de muchos ciudadanos españoles y aragoneses a sus casas. Los seis meses que José Manuel Ruiz y su esposa pasaron en Cuba, sumado al confinamiento que tuvieron que cumplir en el pueblo de Baire, significan los meses más largos de sus vidas. «Nosotros llegamos el 21 de enero a Cuba, con las miras puestas en quedarnos hasta el 29 de marzo que teníamos el vuelo de regreso con la compañía Evelop», expresa Ruiz.

Su pasión por el ajedrez le lleva a competir en torneos nacionales e internacionales de veteranos y a tener muchos amigos, sin embargo, la experiencia latina no fue del todo agradable por lo que supuso poco después: «Estuve jugando un torneo de ajedrez en Bayamo, a unos 140 kilómetros de Santiago de Cuba. Nos quedamos varados en Baire, que es un pueblo de 16.500 habitantes donde viven mis cuñados y mi suegra. Allí estuvimos sin poder movernos durante 5 meses», explica este vecino de Pedrola. Después de la estancia obligada en aquel territorio y el pase a la fase 2 del país centroamericano, se les permitió viajar a Santiago de Cuba, que es su «residencia habitual cuando mi mujer y yo vamos a Cuba unos dos o tres meses».

Problemas en el consulado

«En ningún momento, en el transcurso de estos 5 o 6 meses, se nos permitió ir a La Habana», señala José Manuel. Es por esta razón que su mujer, natural del país, intentó contactar con el consulado español en más de 30 ocasiones pero «nadie levantaba el teléfono». Las esperanzas se perdían todavía más, hasta que en una ocasión recibieron respuesta de una chica cubana de la embajada española.

«La única posibilidad de volver a España era si teníamos la enfermedad (covid-19) en estado crítico, pero en condiciones normales no harían nada por nosotros, y así fue», lamenta José Manuel al recordar su primer contacto con la representación española en Cuba. Buscando nuevas soluciones, este aragonés se decidió a visitar en La Habana al cónsul español que le recibió «de malas maneras y a través de una ventanilla», señala Ruiz. No contento con «la actitud agresiva» mostrada por el diplomático español, volvió al día siguiente con su mujer. «Mi mujer les dijo que nos habían atendido muy mal, y como la muchacha que lo hizo por teléfono era cubana, le sentó mal al cónsul y le dijo a mi mujer que si era racista», critica José Manuel.

La solución que obtuvo este matrimonio aragonés fue la de un vuelo humanitario el 20 de julio que debían pagar aun teniendo el vuelo de vuelta costeado: «Nos dijo que nos podía poner en un vuelo el 20 de julio y, claro, lo teníamos que pagar. Era un vuelo humanitario. Yo le pregunté qué podía tener de humanitario cobrar 1.000 euros cuando yo tenía el billete de vuelta ya pagado con Evelop», argumenta José Manuel.

Una vez de vuelta en España y, concretamente, en su domicilio de Pedrola, la preocupación de José Manuel ahora era otra: «Aún hay más de cien personas españolas en Guanabacoa en condiciones de campismo esperando para volver, según me comentaron dos oficiales cubanos de emigración. A día de hoy, una vez en casa, mi principal preocupación son estas personas», manifiesta.

Asimismo, cree que el Gobierno español tiene que tomar cartas en el asunto: «El Gobierno de España tiene la obligación de traer a estas personas a casa», recordando la dificultad que existe en Cuba «hasta para comer».