Fue ahora hace algo más de un año cuando 250.000 lombrices californianas comenzaron su vida en Torremocha de Jiloca, en Teruel. Allí no llegaron por casualidad, sino que fueron dos empresarios aragoneses afincados en Madrid los que decidieron aprovechar el ciclo vital de estos anélidos para emprender en su pueblo natal. Allí, a menos de 40 kilómetros de la capital turolense, Agustín López regenta Agroindustria Sierra Palomera, una empresa dedicada a la elaboración de humus a partir del estiércol.

Fue en diciembre del 2019 cuando llegaron los animales a esta granja, de las que apenas hay tres en toda la comunidad. Desde entonces, su misión era reproducirse entre las toneladas de estiércol e ir transformando este material en humus, para después comercializarlo como abono para el campo. Durante los primeros doce meses la previsión de Agustín López no era vender ya producto, puesto que hay que dejar un tiempo para que las lombrices se multipliquen y haya más capacidad de producción. Por ello, y también porque el sector primario no se ha visto gravemente afectado por la crisis del coronavirus, la pandemia apenas ha afectado a este proyecto innovador situado en Torremocha. Todo sigue su curso.

«Estamos satisfechos», admite López, que explica que durante los primeros meses no es bueno remover los montones de estiércol en los que viven las lombrices porque con el uso de la maquinaria se les puede dañar. Si bien, después de un año, en la empresa ya están preparados para poder vender puesto que ya hay montones que se ha convertido en humus, incluso antes de lo previsto. «Se nota porque van cambiando de color. En primavera venderemos los primeros 25.000 o 30.000 kilos», cuenta Agustín.

Así, en todo este tiempo, han tenido que ir alimentando la máquina de comer que son las lombrices. Se han tenido que proveer en los últimos meses con 500 toneladas de estiércol de un ganadero de Monreal que cría terneros de engorde. Y además de comer, los 250.000 anélidos que llegaron a Torremocha hace un año también se han reproducido. Ahora, según las estimaciones de López, habría entorno a 2 millones de apacibles lombrices que viven ajenas a la locura que el covid ha traído a Europa.

Sus primeros clientes son agricultores de la zona, algunos conocidos por López, que se han interesado por el producto cuando la previsión de este empresario era la de esperar todavía un poco más. El precio del kilo de humus es de 15 céntimos, por lo que a los compradores les conviene adquirir este producto cerca de su explotación para que el precio del transporte no encarezca el producto.

Para comenzar a expedir lotes, a López solo le falta que le llegue una máquina de cribado que se asegura que los gránulos de humus tienen el tamaño correcto y que no hay piedras en los paquetes. Esta sí que lleva retraso, pues la empresa que la tiene que construir sí que paró por la pandemia. Mientras, las lombrices vivían ajenas al mundo en un pequeño rincón de Teruel.