Ocultos en la noche, apostados sobre una loma que conduce a los depósitos de agua de Torrecilla de Valmadrid, cerca de cien personas se reunieron el pasado martes para observar la lluvia de Perseidas. Unos tumbados sobre el cemento. Otros acomodados en hamacas. Un pequeño grupo, de pie, atendiendo a las explicaciones de los expertos. Y los privilegiados, observando las arrugas de la luna con sus telescopios.

No quisieron perderse una cita tan especial ni la superluna ni las nubes, lo que impidó que la captura de destellos fuera la esperada. En Huesca apareció la lluvia y los miembros de la Agrupación Astronómica se esforzaron en garantizar una noche repleta de enseñanzas a los 500 asistentes.

Pese a todo, en la loma de Torrecilla de Valmadrid, Ignacio, llegado de Cáceres junto a su mujer y su bebé, estaba entusiasmado. "Mi hermano sabía que se reunían aquí pero no me imaginaba tanto dspliegue. Me está encantando", aseguró en voz baja. A tres metros, José Luis Trisán, presidente del Grupo Astronómico Silos, junto a un telescopio y una cámara de fotos con trípode, se multiplicaba para responder dudas, comprobar las imágenes que capturaba el objetivo y atender a sus dos pequeños que pululaban entre los matojos. "Está complicado entre las nubes y la luz de la luna. Hace cinco años estábamos aquí cuatro y hubo unas Perseidas impresionantes. Y recuerdo que en el 95 cuando, yendo de noche a trabajar a Alcañiz, vi otro gran espectáculo", recordó. Unos segundos después, un "¡mira!" general rompía las conversaciones a media voz. Quien estuviera mirando al sur, debió ver el efímero destello de una lágrima de San Lorenzo.

Los más veteranos aseguraron que la convocatoria fue notable. Alejandro, junto a su padre, orientaban su telescopio hacia el supersatélite. "Yo he visto ya una Perseida y ahora estamos observando los cráteres de la luna", explicó. Los dos mostraron que llevan el gusanillo dentro, pese a reconocer que todavía no son expertos. "En casa hemos observado otras veces la luna y algún planeta". A su lado, pero acomodados en hamacas, Jaime y sus amigos aguardaban al pase de destellos. "Estamos aquí un poco por casualidad. Hemos buscado en internet un sitio para ver las estrellas y hemos acabado aquí", comentaron. Más arriba, dos familias de prole numerosa tumbadas en el suelo. "Es nuestra primera vez. No conocíamos ni el pueblo. La emoción de los padres es lo que ha arrastrado a los niños", confesó una mamá.

La luna se esforzaba por desembarazarse de los cúmulos, mientras en la loma Mariano Lou, del Grupo Silos, guiaba al personal con su puntero verde en un paseo por las estrellas mientras se preguntaba si no debería haber en Zaragoza un espacio más agradable para su clase. Casiopea, Arturo, el Boyero, el Triángulo de Verano, Vega, Deneb, Altair... "Con gente que sabe tanto es fácil aficionarse. Son muy amables", reconoció Luis junto a su esposa Conchita, aficionada a la fotografía, que a falta de Perseidas, se llevó como botín unas instantáneas de la superluna.