El llamado Barrio del AVE es hoy un futurible mudable, impredecible y de concepción interminable. Su proyecto va y viene, gira en redondo, sube y baja. Es como una permanente tormenta de ideas que permite barajar en fenomenal barullo edificios emblemáticos, alternativas neotecnológicas, dispares opciones urbanísticas, soluciones domóticas y toda una serie de estupendas ideas inmobiliarias. Los comunes mortales no nos aclaramos, pero hemos de suponer que los abundantes expertos que trabajan en el tema sí que lograrán llegar a alguna parte.

Conste en acta que soy ferviente partidario de la Milla Digital y que me parece muy bien que en ese nuevo espacio ciudadano se incremente la prevista densidad de viviendas para ir a un modelo más compacto. Pero es que no son éstos los problemas. Lo que está pasando allí, como en cualquier otra área urbanizable de Zaragoza y su entorno, es una cosa muy grave y muy fea: que las instituciones públicas, en vez de haber logrado introducir criterios sociales y democráticos en el sector inmobiliario, han permitido que sean las grandes empresas promotoras y constructoras las que les impongan a ellas sus mercantilísimos intereses. El resultado es la hegemonía del pelotazo y de la especulación del suelo como alternativa universal. Los Presupuestos Generales nos dan de lado, pero Zaragoza se lo paga todo a golpe de recalificación. Dice el profesor Lafuente, responsable actual de la economía municipal, que el Barrio del AVE podrá ser la mundial gracias a que el Ayuntamiento está listo para construir allí y vender directamente pisos libres de superlujo cibernético. Mas está descartado que en el entorno de la Estación de Delicias haya VPOs (pues además de la Milla hay que pagar todo el metro, cada yarda de puente milenario y qué sé yo cuántas medidas de longitud más). Vamos a poner la burbuja ésa más gorda que el globo Zeppelin.

Esto es un lío. Pero habiendo ladrillo de por medio... ¡Tira millas!