Llegan las vacaciones escolares y también uno de los momentos más estresantes del año para padres y madres que trabajan fuera de casa: ¿qué hacemos con nuestros hijos e hijas? El curso escolar concluyó el pasado jueves en Aragón en infantil y primaris y el viernes el fin del cole llegó al resto de alumnos. Entre las alternativas más socorridas y baratas figura la de los abuelos y abuelas, siempre y cuando estén bien de salud.

La segunda son los campamentos urbanos, algo que no todas las familias se pueden permitir económicamente. Contratar colonias durante tres semanas en pleno verano y una semana septiembre acaba saliendo por un pico, explica Laura, periodista de profesión que ha pedido estos meses jornada intensiva para salir a las tres de la tarde y poder estar con los críos por las tardes. El suyo es solo un ejemplo de cómo se las ingenian las familias durante estos meses, pues soluciones hay infinitas. Donde hay más coincidencia es en que muchas veces la paga extra de verano (o la devolución de Hacienda) va íntegra para poder conciliar.

Lincencia sin sueldo

Adela es licenciada en Empresariales, trabaja como funcionaria del Estado (auxiliar) y cobra alrededor de 1.400 euros. La nómina de su marido, en el sector privado, es algo más más elevada. El matrimonio tiene una hija de 8 años y un hijo de 5. La jornada laboral de Adela comienza a las nueve de la mañana y concluye a las 14.30. No se le permite trabajar desde casa, pero puede acogerse a un horario para conciliar, que implica franjas flexibles de entrada y salida siempre que cumpla todas las horas. Cada año, Adela pide plaza en los campamentos municipales para sus hijos, una opción bastante más asumible económicamente que las colonias privadas. «Abren a las 7.45 horas, cierran a las 15.45 y dan de comer a los críos. Dejar a los míos durante una quincena nos sale por 95 euros, nada que ver con los 250 que nos cobran por uno privado». Las plazas son por sorteo. El año pasado no les tocó, así que María optó por una solución algo radical: solicitar una semana de licencia sin sueldo (renunciar a trabajar y a cobrar). «Pierdo nómina, sí. Pero casi me sale mejor que dejarme un dineral en los campamentos. Mis hijos son pequeños. Necesitan estar fuera de Madrid y disfrutar de sus vacaciones. Por eso nos fuimos a una casa familiar que tenemos y disfruté con ellos de una semana fantástica». Este año sí ha conseguido plaza en un campamento público, pero si el que viene no lo logra, lo tiene claro: «Pediré otra licencia sin sueldo».

En el medio rural

Los padres también tiene que hacer encaje de bolillos si quieren para cerrar la cuadratura del círculo. Sobre todo si la pareja jtiene una jornada laboral que va más allá de las dos de la tarde. Es el caso de Raúl, que vive a unos 35 kilómetros de Zaragoza y que ha optado por reducirse jornada para poder atender a sus dos hijos de cuatro y dos años. Aún así él y su pareja tienen que tirar de abuelos. «Uno de los niños va a colonias de 9.00 a 13.00 horas, pero más allá de esa hora no hay alternativa, salvo la familia». Raúl llega a casa sobre las seis de la tarde y su mujer lo hace un poco antes. Ambos barajaron contratar a una cuidadora, pero la precariedad laboral está al acecho y el coste es elevado.

Repartir las vacaciones

María es abogada. Antes de convertirse en madre trabajaba «todas las horas del mundo» en un bufete. Cuando nacieron sus dos hijos (que ahora tienen 5 y 2 años) hizo un parón laboral y se dedicó a la crianza. Ahora ha retomado su profesión y trabaja como autónoma en una fundación. Al igual que hizo Adela el año pasado, María ha solicitado varias semanas de permiso sin sueldo para encajar el «tetris familiar veraniego». Aun así, se llevará el ordenador a casa para atender las emergencias laborales que puedan surgir. Encajar todo el puzle implica organizarse con su marido, que también es autónomo, para hacer cada uno las vacaciones en diferentes semanas, algo que se impone en muchas parejas. «Los cuatro solo vamos a estar juntos diez días. Es una pena porque el verano está para disfrutarlo en familia», se lamenta María, que ha contratado una semana de campamento en el colegio al que van sus hijos (que les saldrá a unos 120 euros por cabeza). La otra semana en la que ella y su pareja trabajan, llevarán a los peques con una sobrina mayor a la que pagarán «generosamente» y que también cuidará de dos sobrinos de la pareja.

Contratar a una ‘au pair’

Para muchas familias, los campamentos dan poco margen de maniobra. Algunos cierran las puertas a la una de la tarde (sin dar de comer a los críos) y la mayoría, a las 15.30 horas. Si uno sale de trabajar a las cinco o las seis de la tarde ¿qué hace? Una alternativa que se empieza a imponer es la de contratar una au pair, opción que sale más barata que los campamentos para las familias con dos o más hijos. Carolina, mamá de una niña de 7 años y un niño de 3, está «entusiasmada» con la inminente llegada de una joven americana de 20 años a la que acogerán en casa como una más de la familia durante el mes de julio y a la que pagarán 80 euros a la semana. «Otros años hemos cogido campamentos, pero a mis hijos no les han gustado. Tienen que levantarse a la misma hora y hacen casi lo mismo que en el colegio. Este año nos hemos decidido por una au pair. He metido a los dos niños en una habitación y le dejamos una libre a ella. Cuidará de los críos, los bajará a la piscina, los llevará a ver a los abuelos… Más que por ahorrarnos dinero, lo hemos hecho porque queríamos tener una experiencia familiar. Los niños mejorarán su nivel de inglés y convivirán con una persona de otra cultura», explica.

Actividades hasta salir del trabajo

Mónica, que tiene una casa con jardín y piscina, tampoco ha querido contratar campamento de verano para sus dos hijos. Ella ha optado por pedir una mano a su madre, de 80 años, y que organice los desayunos y la comida con los niños. Para no cansarla demasiado ha contratado un monitor de tiempo libre, que estará con los críos realizando actividades al aire libre hasta que ella termine su jornada laboral.