Este domingo, primer día oficial en estado de alarma, los municipios aragoneses presentan un vacío callejero incluso agravado respecto al sábado, cuando el panorama ya era más propio de mitad de agosto, por gente y por calor. Solo un puñado de personas se aventuran a la calle, se supone que para hacer las compras o gestiones imprescindibles o pasear al perro. Lo primero se supone, porque obviamente es complicado saber adónde va la gente. Y las fuerzas de seguridad, por el momento, no da la impresión de que vayan a apretar demasiado el nudo del confinamiento, pese a que un puñado de personas se sienten al sol en un banco, lo que muy urgente, no parece.

En Zaragoza, el panorama callejero es llamativo, incluso respecto a ayer. Calles vacías, transeúntes solitarios, algunos en parejas (se supone que no se puede, salvo para auxiliar a personas que lo necesiten), y en la mayoría, prisas. Los comercios que sí pueden continuar abiertos intentan llevar la situación con normalidad, haciendo los cambios necesarios.

Es el caso de la panadería-cafetería Le petit croissant, de Hernán Cortés, en la que, según explicaba Cristina, una de sus empleadas, han tenido que retirar la parte destinada al consumo en el local (en otros establecimientos lo han limitado al café para llevar) y extremado las medidas de higiene y desinfección. “Clientes se nota que entran menos, pero los habituales, vienen”.

A domicilio

En el único día de respiro para los supermercados y las tiendas de alimentación, los restaurantes van colgando carteles de cierre o indicando que se mantiene el servicio a domicilio. Podría pensarse que este se iba a disparar por el cierre del servicio presencial, pero José Gregorio y Gabriel José, dos repartidores de Glovo que tomaban el sol, provistos de mascarilla, en un banco de la plaza España, daban fe de que no. En su caso, el desplazamiento para ir a trabajar que permite el real decreto es peliagudo, porque precisamente su labor es estar en la calle, al pedido que salta. Y no están saltando muchos. “Pensábamos que iba a haber más trabajo, pero la verdad es que, fuera de las horas fijas, no lo estamos teniendo”, explicaba el primero. Eso sí, una vez lo llevan, la gente no parece muy preocupada. “Están como si no pasara nada, no vemos miedo”, afirmaba Gabriel.

A pocos metros pasan dos de los pocos paseantes del centro zaragozano, con prisas. Es el caso del abogado Ricardo Pina, que se ha acercado al despacho a recoger lo necesario para el teletrabajo. “No me dio tiempo el viernes, así que he venido corriendo. Estamos notando mucha bajada, se pospone todo lo que se puede, pero la relación con los clientes, por teléfono o mensaje, va bien”, explicaba.

Abelino Cárdenas se dirigía a sacar dinero al cajero del BBVA en la plaza, “para poder ir a trabajar mañana”, lunes. “Si no no hubiera salido, me parece bien todas las medidas que pongan. Pero al trabajo habrá que ir, si no no llevo a casa ni una palanqueta”, bromeaba el trabajador de montaje de maquinaria.

Los quioscos de prensa también pueden seguir abiertos, y lo hacían pero desde luego no estaba siendo su mejor domingo. “Habrán bajado las ventas un 50%, es que no hay nadie por la calle”, afirmaba David Marcuello, desde su quiosco de plaza España. “Viene el cliente habitual, pero es que no hay nadie por la calle. Por lo general, creo que se están tomando en serio las medidas”, consideraba, desde su puesto de observador privilegiado. A otra colega suya de la calle Don Jaime I, Carmen Bea, no le estaba yendo mucho mejor. De hecho, a mitad de la mañana ya estaba “preparando las devoluciones para ir a casa. Se nota mucho, no sale prácticamente nadie”, constataba.

Normalidad

En otros negocios, la jornada estaba sirviendo para recobrar la normalidad, una vez clarificado que podrán seguir abiertos. Según Elvira, empleada de uno de los estancos de la calle Alfonso I, estaba acudiendo “más gente de la esperada”, pero lejos de la avalancha de los últimos días. “El viernes tuvimos más caja que en todo el resto de la semana, la gente compraba cartones de tabaco pensando que luego no habría, con cierto pánico”, añadía.

La consideración de los estancos como de primera necesidad ha causado cierta discusión, pero nada comparable a la de las peluquerías, caldo de memes en redes sociales, por más que el Gobierno aclarase luego que es una medida de higiene para las personas mayores.

Al propio sector no le ha convencido mucho, si hay que guiarse por la opinión de Cristian Mainar, que ayer se acercaba a su peluquería de la calle Don Jaime I, Josgel, precisamente para comprobar qué citas se mantenían en pie. Calificaba de “surrealista” la medida de permitirles abrir, tanto por la justificación como por la tesitura en la que les deja, viendo el bajón de clientes de esta semana. “Somos dos socios y cuatro empleados, intentaremos que les den la baja o algo, porque si no nos van a dar ayudas porque podemos abrir, y no hay trabajo, no sé cómo lo vamos a hacer. Mucha gente del gremio, si son solo uno, directamente no abrirán”, afirmaba. “En general creo que las medidas no van a funcionar. Si nos quedamos en casa, nos quedamos todos, pero si yo vengo aquí, voy al banco a por cambios, al frutos secos… Somos mucha gente circulando por la calle”.

En lo que no hay mucha discusión es en la primera necesidad de las farmacias, que, según un profesional zaragozano, Armando, están viviendo con “tranquilidad”. Los clientes, sin embargo, se notan preocupados, y sus prioridades están claras. “Más del cincuenta por ciento piden mascarillas y geles hidroalcohólicos, pero no quedan”, exponía, “los almacenes también están colapsados”. Los termómetros también son muy solicitados, y tampoco quedaban en el establecimiento.