Cumplieron su sueño y disputaron la legendaria Titan Desert, la prueba por etapas de bicicleta de montaña que se celebra en el desierto del Sáhara. Los zaragozanos David Pérez y Roberto Clavijo junto Diego Tamayo, un exciclista profesional colombiano residente en la capital aragonesa, corrieron y concluyeron una competición famosa por su dureza.

A David Pérez le rondaba desde hace dos años disputar la carrera marroquí. "Se lo planteé a Roberto Clavijo. Pero me dijo si estaba loco y que no se le ocurriría nunca correr por el desierto. Al final le convencí", dice Pérez. Tras la baja de Francisco, un amigo de Pérez, este convenció a Tamayo. "Le ayudé como mecánico cuando él era profesional. Un día me lo encontré entrenando y se unió al equipo. Tamayo marcaba la diferencia puesto que estaba para ganar la carrera", dice.

Al trío se unió una ilustre del deporte aragonés como María José Pueyo, olímpica en el maratón de Pekín. "Es amiga nuestra desde hace muchos años. Le apetecía venir y trabajó como masajista. Se entrenaba por las mañanas, llegaba al campamento y, cuando llegábamos a meta, realizaba su labor", explica Pérez.

La prueba comenzó en Mideltt y acabó en Maadid y se dividió en seis etapas. La más larga fue la segunda, entre Gourrama y Dobudnib, con 147 kilómetros y 1.534 metros de desnivel acumulado. Para el terceto fue un éxito terminar en su primera experiencia en la Titan Desert. Tamayo fue el duodécimo y ganó una etapa, mientras Roberto Clavijo fue el 80 y David Pérez el 145. Corrieron un total de 430 ciclistas y se impuso en hombres el checo Ondrej Fojtik y en mujeres la española Claudia Galicia.

Presupuesto

A Pérez le costó la aventura unos 5.000 euros. "Recibimos una ayuda de Zarabici y el resto lo pagamos de nuestro pecunio. Hemos llevado fisio propio a la que le hemos pagado el desplazamiento, hemos comprado ropa limpia para todos los días para evitar las llagas... Me ha supuesto un esfuerzo importante. En vez de irme de vacaciones, he decidido competir en el Sáhara". Las temperaturas fueron extremas en algunas de las etapas. "Los primeros dos días las temperaturas fueron soportables. Después alcanzamos los 48 grados a la sombra".

Lo que más le gustó a Pérez de la experiencia fue la convivencia con los participantes. "Te exige mucho físicamente, pero lo que tiene de chulo es la convivencia con la gente. Corres con exciclistas profesionales, pero eres uno más". A Pérez le resultó particularmente dura la travesía de las dunas. "En la arena apenas se puede ir subido en la bici puesto que se hunde. Las dunas de Ergchebbi las pasamos el cuarto día y de cuatro kilómetros corrimos 500 metros. El resto fuimos empujando la bici a pie. El año pasado lo hicieron por la tarde con mas de 100 kilómetros a sus espaldas y aquello fue un infierno. Este año lo transitamos de mañana", explica.

Los corredores partían a las ocho de la mañana y llegaban a partir de las dos de la tarde. "Tras dejar la bici comíamos antes de la ducha un plato de pasta con atún. Después llegaba el masaje de Pueyo. Tras la reunión de la carrera, los deportistas cenaban. Algún día me salté el briefing y la cena, porque no tenía ni hambre, ni fuerzas. La gente cenaba proteínas, pollo, algo de pasta, patatas...". La diana era a las seis de la mañana. "Era duro levantarse porque estaba roto. Desayunábamos fuertecillo, pan con mermelada, fruta y zumos. Nos cambiábamos, nos poníamos la crema protectora, íbamos al control de firmas y ¡a correr!. Se salía a toda hostia. Cuando pasan 15 kilómetros, te ubicabas y los ritmos son mas sostenidos". Los ciclistas llevaban en carrera tres litros obligatorios de agua, geles y barritas energéticas, junto a unas bridas, cámaras de repuesto, una herramienta y una manta térmica. "Odio las barritas energéticas. Tardaré mucho tiempo en volver a comer otra", dice con ironía Pérez.