Día tras día, hemos ido completando esta hermosa marcha de aproximación hasta el campo base de los Gasherbrum. El tiempo nos ha acompañado y hemos tenido la suerte de realizar este viaje con unos buenos amigos, que hoy ya nos abandonarán. Veremos cómo bajan por la morrena, por ese cargamento de piedras que lleva el glaciar en su superficie, veremos cómo poco a poco se van haciendo pequeños y cómo van, paso a paso, camino de vuelta a la vida. Aquí arriba, tan sólo el viento y el hielo van a ser nuestros compañeros.

Tenemos que ir cambiando la mentalidad. Atrás quedaron los días de contemplar las hermosas torres de granito que flanquean el glaciar de Baltoro. Atrás quedaron los días de charlas animadas, de chistes y de descubrimientos. Ahora vienen los días de trabajo, de ir tomándole poco a poco el pulso a estas dos hermosas montañas, de ir convirtiéndonos en escaladores de altura.

Una vez ya acomodados en el campamento, nuestra calidad de vida ha sufrido un pequeño repunte al alza. Tenemos todo ya organizado. Cada uno tiene su tienda, su pequeño templo, donde encontrará el cobijo y la tranquilidad necesarias para soñar, para recordar y para meditar. No cabe duda que tiempo para todo esto no ha de faltar. El tiempo de momento es inestable, así que aunque podamos trabajar un poco en la parte baja de la montaña, será más probable que, por ahora, pasemos más tiempo bajo nuestras carpas de colores. Este nuevo hogar se antoja hasta acojedor.

El cocinero Ghulam

Nuestro buen cocinero Ghulam ya nos ha dado muestras de lo que es capaz de hacer, sorprendiéndonos con una tortilla de patata, que parece sacada de cualquier bar de tapeo de nuestra ciudad. Asimismo, se muestra intratable con el arroz, con las ensaladas y hasta con los postres.

Además, tras todo ese largo periodo de camino por este agreste territorio, con nuestro material desperdigado, finalmente, todo esta aquí y me atrevería a añadir que incluso en perfectas condiciones. No ha habido sorpresas y nuestros amigos de Pakistán han enseñado que saben estar a la altura de las circustancias y se han mostrado cómo son: trabajadores duros y nobles, que son capaces de hacer que todo funcione, incluso aquí, cerca de lo que podríamos considerar el fin del mundo. De hecho, creo que el fin del mundo está al otro lado de un collado cercano que tenemos hacia el norte...

Disfrutamos pues de nuestra nueva situación, sin la desubicación que supone ir haciendo etapas día tras día y con la mirada ya puesta en esas primeras laderas de nieve, salpicadas de grietas, que serán el primer obstáculo de la expedición. Pero bueno, eso será otro día. Sigo agazapado bajo mi lona, cojiendo la dimensión a mi nuevo reino, el lugar donde descanse, agotado tras el esfuerzo, el lugar donde sueñe con lo que ha de venir y la puerta por donde escape y esté un poco más cerca de mi mundo, de los míos.