¿Por qué nos preocupa el futuro, cuando tanto se nos insiste en que debemos vivir el presente? Woody Allen dio una respuesta brillante a esta pregunta: "Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida". El escritor C. S. Lewis, por su parte, la afrontaba con una mezcla de sabiduría y flema británica: "El futuro es algo que cada cual alcanza a un ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga y sea quien sea".

Ninguna de estas posturas coincide con la habitual en los inversores. Con ellos casa más aquello que escribió el francés Victor Hugo: "El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad".

Los agentes del mercado son las tres cosas, según el momento. En las últimas sesiones, por ejemplo, les ha podido el temor a lo desconocido: las consecuencias del conflicto de Ucrania, la situación de la banca tras la debacle del Banco Espírito Santo, la auténtica solidez de la recuperación europea,... A estas dudas, por si fuera poco, se le sumó ayer la decisión de Estados Unidos de bombardear a las milicias radicales en Irak: un nuevo foco de inestabilidad geopolítica.

Pero, a veces, se envalentonan para aprovechar las oportunidades que les ofrecen las caídas prolongadas de las bolsas en forma de valores baratos. Es lo que sucedió ayer con el Ibex 35 (no así con la mayoría de bolsas europeas), que subió el 0,26%, hasta los 10.104,8 puntos.