Toros de El Pilar (4° sobrero), magníficos 3°, 5° y 6°. Enrique Ponce (silencio y oreja tras aviso en ambos); El Fandi (silencio y dos orejas) y José María Manzanares (dos orejas y silencio). Casi lleno.

La última corrida de toros de a pie de la feria de la albahaca fue un auténtico espectáculo para los ojos y un gozo para el alma. Salvando el escaso trapío de un mini toro que se coló en el primer turno de El Fandi, la corrida de El Pilar tuvo tres ejemplares de extraordinaria clase. Un lujo.

Todos ellos con los cuatro años recién cumplidos. Como la gran mayoría de los lidiados en la feria. Nada de rebuscar entre los viejales cinqueños que tanta salida están teniendo esta temporada debido al menor número de funciones, la cortedad de las carteras de algunos empresarios y la urgencia de ciertos ganaderos a tiempo parcial.

Manzanares se llevó el premio gordo con dos de esos tres. Su primero, Buscarón de nombre, llegó a la muleta del alicantino con un son y una clase de escándalo. Gracias al magnífico puyazo de Chocolate, el animal quedó perfectamente ahormado para desarrollar toda la clase de su linaje y moverla de tal modo que el torero tan apenas tuvo que verificar las embestidas que le daba hechas el superior toro.

De hecho, por no poner Manzanares, no eligió ni los terrenos. Allí donde le marcaba el toro ahí interceptaba su viaje. Como lo cazó de una estocada al encuentro en la suerte contraria cayeron las dos orejas. Si le hubieran dado la vuelta al ruedo al toro no hubiera sorprendido.

El sexto se llamó Niñito y aún está embistiendo largo, codicioso, haciendo el avión. Se repitió la historia: de diez Barroso a caballo, cumbre. Y el pincho redujo todo a un silencio entre la nube de niñitas cazaautógrafos.

Un Fandi agotado y ejecutando el toreo como en una cadena de montaje trajinó el torillo segundo mientras se aguantó en pie (casi nunca) y volvió a la cadena en el otro ignorando la gran clase y recorrido que tuvo. Es ese tipo de toros que te supera y puede quitarte el sitio y el sueño, hacerte pensar, mandarte un tiempo a la nevera. Bien cierto que le metió la mano y el presidente volvió a conceder dos orejas que... ¡pa chasco!

EN MAESTRO No queda ahí la cosa. A Ponce le dió un aviso en su segundo, olvidó esconder el pañuelo y la peña creyó, una vez rodado el toro, que significaba premio. Ponce convencido, el tendido desconcertado y, después del pliego de alegaciones ¡zasca! oreja al canto. Lamentablemente cómico lo de Luis López en una feria en la que ha tocado fondo definitivamente.

Sobre todo después de la exhibición de maestría de un Ponce que hizo bueno un primer toro al que logró meter en la canasta en un santiamén pero pinchó infortunadamente.

Su otro, un auténtico inválido fue de nuevo obra de prestidigitación de un torero con ambición a pesar de sus 2.200 corridas lidiadas en 25 años, que lleva público en una fecha que no es la mejor, que defiende como nadie a los ganaderos con toros sólo regulares...

Eso sin estar en ningún G5 ni viajar en autobús farandulero ni montar un kindergarten infantil por las mañanas. Un tío.