El editor y prologuista de este libro Pollux Hernúñez advierte que en la obra de Fernando Arrabal no hay lo que podría considerarse como una autobiografía. Y este Familia (de memoria) que ha publicado Libros del Innombrable tampoco lo es. Bien es verdad que cualquiera que conozca a Fernando Arrabal difícilmente se vea decepcionado por estas páginas, a pesar de que no sean lo que podrían aparentar: la vida del escritor pánico contada por él mismo de un modo más o menos cronológico o, por lo menos ordenado.

No: la escritura de Arrabal tiene a menudo la dinámica de una supernova que estalla e ilumina con su luz todo lo que está a su alrededor. Y estas páginas fragmentarias y aparentemente indisciplinadas son eso, destellos e iluminaciones en forma de unas memorias parciales y unos esbozos personales que se mueven por el tiempo y por el espacio (Fernando Arrabal se pregunta en un momento del libro si posee «el único récord entre escritores» de viajar en líneas aéreas), complementados con una parte final de imágenes que valen tanto como mil palabras escritas.

Algunos de los breves capítulos son los mensajes que el autor recibe de seguidores y colegas, casi siempre por correo electrónico, seguidos por las a menudo brillantes y siempre amables respuestas de Arrabal. De este modo, este volumen se convierte además en una muestra de la epistolografía arrabalesca, en la que la firma del autor no solo es apreciable al final de los mensajes.

Pero el grueso del libro lo forman esos apuntes de memorias, en donde además de la familia aparecen sobre todo los amigos que han tenido oportunidad de cruzarse con Arrabal a lo largos de los años.

Anécdotas y recuerdos se muestran en todo su esplendor capturados por la palabra ágil, brillante y tierna del autor, que a pesar de ser el origen en torno al que giran las historias consigue dar a cada cual su justo protagonismo. Y eso no está al alcance de cualquiera que escriba.