He trabajado para MSF en el departamento de logística durante dos años. Los logistas apoyamos a nuestros compañeros médicos para que puedan continuar salvando vidas. Ya había hecho tres misiones, pero la asignación en Pibor (Sudán del Sur) fue mi primera experiencia con el equipo de respuesta de emergencia. Las graves inundaciones que se registraron el año pasado en la temporada de lluvias en Sudán del Sur dejaron comunidades enteras completamente anegadas y todavía hoy afectan a millones de personas en riesgo de desnutrición.

Pibor fue una emergencia difícil. Las inundaciones dejaron a miles de personas atrapadas, viviendo en pequeñas islas de tierra seca, por encima de los niveles de las inundaciones. Había agua por todas partes a su alrededor. Fue un gran desafío llegar hasta ellas. Establecimos nuestra respuesta de emergencia en tres islas: Pibor, Gumuruk y Lekuangole, en el este del país. Pero estos eran solo tres entre cientos. Fue muy difícil obtener ayuda para todas estas personas porque estaban muy dispersas y a muchas solo se podía llegar en barco o en helicóptero.

Nuestro hospital fue construido en Pibor, una de las islas más grandes, donde vivían unas 7.000 personas. Faltaba comida, agua potable, saneamiento… Mover personas y suministros de un lugar a otro fue muy difícil debido al agua y al llamado barro de algodón negro, que es como el cemento. Es realmente pegajoso y casi imposible de mover. Caminar un kilómetro lleva aproximadamente una hora.

Primer reto: agua limpia

Uno de los primeros grandes proyectos logísticos en los que trabajé aquí fue construir un nuevo centro de tratamiento para proporcionar agua limpia a la población local. No había letrinas, ni espacios para basura o desechos, y todos los grifos y perforaciones existentes estaban bajo el agua. En estas circunstancias, el agua limpia era esencial para prevenir la propagación de enfermedades como el cólera.

Decidimos utilizar el agua que rodeaba nuestra isla como suministro. Bombeamos agua de inundación en un tanque de cebolla, como una gran piscina de plástico, que podía contener unos 30.000 litros. Luego la limpiamos usando un proceso llamado floculación, donde todos los contaminantes se adhieren entre sí y se hunden hasta el fondo. Tomamos el agua parcialmente limpia, la filtramos y luego la purificamos con cloro.

El otro proyecto fue el establecimiento de una clínica. La sala de pacientes internos tenía suficientes camas para que 20 pacientes pasaran la noche y, en la sala de pacientes externos, nuestros equipos podían hacer más de 100 consultas al día.En una emergencia, es esencial saber quién vive dónde y cuáles son sus necesidades de salud. Esto sirvió para calcular cuánta agua necesitábamos producir. Una de mis constantes era el helicóptero: cada día, era responsable de ayudar a aterrizar de forma segura a los pilotos, nuestra única fuente de suministros regulares.