Jubilado de 74 años, este vecino de la villa de Morata de Jalón no se cansa de recorrer las comarcas del Aranda y de Valdejalón para convencer a ayuntamientos y vecinos de que colaboren en sus iniciativas sociales. Después de ser “el de los tapones”, Antonio se inició en la recolecta de gafas para la Fundación Ilumináfrica, consiguiendo hacer entregas de más de 3.000 unidades. Solidario por vocación, se mueve por unos valores que cree necesario potenciar: “hoy en día hay que enfatizar la sensibilidad humana”.

—¿Cuando comenzó a realizar sus propias campañas solidarias en Morata?

—A los 16 años salí de Morata por trabajo, como tantos miles de aragoneses. Después de 20 años decidí volver y luchar por mi tierra. He trabajado en varias cosas: de mecánico, de técnico de ascensores, de chófer… Pero siempre sacando tiempo para ayudar. Desde niño he colaborado en campañas sociales. Siempre he estado metido en el tema de la solidaridad como he podido. Ahora que estoy jubilado puedo dedicarle más tiempo. Comencé recolectando tapones en mi zona, en las comarcas de Valdejalón y del Aranda, para colaborar con la campaña para Aitana -padece una cardiopatía congénita única en el mundo y la recolección de tapones permitió pagar tres operaciones en Boston que le salvaron la vida-, y conseguí tonelada y media de estos plásticos.

—¿A qué más niños ha podido ayudar?

-Otras familias se pusieron en contacto conmigo para ayudar a sus hijos que padecían alguna enfermedad: Andoni, de Calatayud; Aarón, de Alfamén; Dani, de Zaragoza; a Javier, de Ariza... Empecé a actuar de forma diferente. Pensé que si en vez de recorrer los pueblos recolectando tapones, era mejor idea involucrar a los ayuntamientos de la zona. Conseguí llenar camiones de gran tonelaje. Hice un intento más para llevar yo mismo los tapones a la fábrica pero no resultó rentable porque tenía que bajarlos a Alagón, y por una tonelada te daban 200 euros, no era rentable.

—Ha recorrido los pueblos de las comarcas de arriba abajo.

—Sí. He estado rondando por los pueblos porque me gusta mucho el folclóre aragonés y colaborando con todo lo que me han pedido. Yo, por ayudar, todo.

—¿Ha colaborado en proyectos fuera de España?

—Sí. En muchos. Me fui a Cuba en el año 1995 a pintar un hospital infantil en la ciudad de Manzanillo. He estado en otros países, algo que resulta duro y ahora con la edad es más difícil. Intento participar en las protestas sociales. En Zaragoza colaboro con Umbraiga y otras oenegés si hay que envíar mantas, alimentos o productos basicos a un país en conflicto o que necesite ayuda humanitaria. Siempre es una satisfación.

—¿Qué reivindica ahora en su pueblo?

—Aquí me dedico a temas como la construcción de una residencia de la tercera edad, que llevo muchos años peleando, algo que no avanza porque no tengo ningún apoyo. Estoy luchando también por restaurar el órgano de la iglesia del pueblo.

—¿Qué filosofía hay detrás de ese espíritu solidario?

—Sigo luchando por unos ideales que considero humanos. Me muevo mucho porque pienso que la solidaridad es un bien que hay que potenciar. Colaboro si me piden ayuda en lo que considero lógico. España está en una situación crítica y hoy en día es necesario enfatizar una sensibilidad humana hacia personas que tienen una mayor dificultad. Hay gente que vive peor que yo y lucho porque mejore su vida.

—Ahora va a hacer una entrega de ‘gafas solidarias’. ¿En qué consiste este proyecto?

—La gente dona gafas de sol y de ver que ya no necesita o que se han quedado anticuadas y se destinan a personas de países en vías de desarrollo que las necesitan. Para este proyecto he contactado con ópticas en La Almunia, Cariñena, Épila y Calatayud, principalmente. La gente las lleva a estos puntos y cada dos meses más o menos voy a hacer la recolecta y las bajo a Zaragoza. Llamo a una asociación que las necesite y las dono. Ya hace años que colaboro con Ilumináfrica. He llegado a hacer donaciones de más de 3.000 gafas. Las de sol y las de cerca son las que más se solicitan.

—¿Los vecinos colaboran?

—Sí, pero es importante que los ayuntamientos tomen conciencia porque hace falta coordinarse. Cuando la gente no necesita una cosa, la tira, pero así se les da un segundo uso. Con el reciclaje se puede sufragar en problema de muchos pueblos con la basura. Hay muchas cosas que tienen una segunda oportunidad y que en los países subdesarrollados sirven mucho más que en el vertedero.

—¿Quién le apoya?

—Yo funciono solo, pero no por ser un individualista, sino porque la gente no quiere implicarse. Antes intentaba concienciar a la gente para crear grupos, pero decidí hace años hacer lo que pueda yo solo. Porque si pierdo el tiempo en intentar convencer a otros, al final no se hace nada. Así si consigo 1.000 gafas o una tonelada de arroz… pues bien conseguido. Si alguien me quiere ayudar, yo encantado. Se trata de recoger para grupos en riesgo de exclusión social que de verdad lo necesiten y, de cara a este año, muchos. Lo que pasa que voy a hacer 74 años, y eso al final es un impedimento, ya no tengo la misma fuerza que antes. Pero mientras pueda estoy disponible para colaborar.