Hoy, 15 de mayo, es el Día Internacional de la Familia. La familia sigue siendo la columna vertebral sobre la que se sustenta nuestra sociedad, el eje de cohesión sobre el que pivota el desarrollo afectivo, cognitivo y humano de todos los ciudadanos. Sin embargo, tendemos a olvidarlo con demasiada frecuencia y las cifras así lo constatan: un 66% de los trabajadores encuentra grandes dificultades para compaginar su vida personal y profesional, porcentaje que se eleva al 92% cuando conviven con una persona con discapacidad.

Todo ello no solo merma su calidad de vida, sino que impacta directamente en la economía: en el último año, 1.600 aragoneses se han retirado del mercado laboral para cuidar a un familiar dependiente o con discapacidad. Debido al factor económico, sí, pero también a unas dificultades mayúsculas para conciliar.

Otro dato llamativo es el perfil del cuidador: el 100% de las personas que abandonaron su carrera en Aragón fueron mujeres y, la mayoría, mayores de 45 años. No en vano, son las que más dificultades encuentran en su acceso al empleo y las primeras que deciden renunciar al mismo cuando la situación familiar lo requiere.

Tales circunstancias nos invitan a repensar el modelo social y empresarial que queremos construir. En primer lugar, la ciudadanía reclama más y mejores medidas de conciliación y tenemos la responsabilidad de escucharla. Los empleadores no somos la máxima autoridad en la vida de los trabajadores, sino compañeros de confianza que han de facilitar las condiciones para que tengan una vida plena.

Entender y acompañar a todos los empleados, y particularmente a aquellos que, por ejemplo, tienen hijos con discapacidad, no solo es un tema de justicia social, sino un reflejo de madurez empresarial que impacta directamente en la productividad, en la medida en que favorece la retención del talento, la mejora del clima laboral o el orgullo de pertenencia.

Por otra parte, la discriminación laboral de las mujeres mayores resulta verdaderamente arcaica, sobre todo en una comunidad como Aragón, que se encuentra entre las más envejecidas de España. No son profesionales obsoletas ni caducas, sino en el ecuador de su vida profesional que, tal vez, necesitan acompañamiento y reciclaje, pero que aún tienen mucho que aportar, empezando por valores tan habitualmente presentes como la experiencia, la madurez o la fidelidad.

En definitiva, la comunidad aragonesa y el conjunto nacional afrontan hoy grandes retos y uno de ellos es, sin duda, la consolidación de un modelo sostenible que permita equilibrar el desarrollo profesional con la atención a las necesidades de las familias. Del mismo modo, se antoja imprescindible poner en valor el talento senior, desterrando el concepto desfasado del profesional en declive, en pro de una visión renovada y acorde a los nuevos tiempos, en los que los mayores de 45 años van a ser la fuerza laboral dominante.