Hace poco más de un año, el coronavirus obligó al Carmen a reorganizar todos sus servicios para no dejar en la estacada a quienes no tienen nada. «Cuando nos sorprendió la pandemia y nos mandaban no salir de nuestras viviendas, nos preguntamos: ‘¿Y los que no tienen casa? ¿Los que duermen al raso, los que tienen que hacer la cuarentena en la calle sin el calor del hogar y de los seres queridos...?’. Por ello vimos la necesidad imperiosa de seguir teniendo abiertos todos los proyectos», explica Antonio de la Vega, coordinador de general de la obra social de esta parroquia de Zaragoza.

Pese a todas las dificultades, solo tuvieron que cerrar su guardería, y por imperativo legal. Esto supuso un alivio para cientos de personas, ya que tras la epidemia vírica llegó la económica, y la demanda de ayuda se disparó de inmediato. En el 2020 atendieron en sus distintos recursos sociales a una media diaria de 429 personas, un centenar más que en el 2019. De ellas, 309 era la primera vez que acudían a solicitar apoyo.

Aunque la obra social del Carmen comprende una quincena de servicios, su comedor social es el más conocido, y se ha convertido un auténtico instrumento de medición de la pobreza en Zaragoza. A lo largo del 2020 sirvieron 75.756 comidas, frente a las 60.000 del 2019. 200 personas eran nuevas usuarias. La media diaria pasó de 169 comensales a 212, y la tendencia sigue al alza. En lo que llevamos del 2021, las raciones repartidas cada día son ya 240.

Tampoco el comedor cerró ni un solo día, ni siquiera al inicio del estado de alarma. La reconversión se produjo en 24 horas. «Dado que el voluntariado, por su edad, eran personas de riesgo, optamos por la solución de que se quedasen en casa y contratar a dos profesionales de cocina», señala De la Vega.

También se cambió la vajilla por recipientes y cubiertos desechables. Pasaron a usar el comedor solo aquellas personas que no tenían un techo bajo el que comer. Se las dispuso a un solo lado de la mesa, muy distanciadas, y solo 20 compartían espacio simultáneamente en una sala para 120 comensales. Al resto, optaron por servirles menús para llevar.

Este 2021 se reforzarán dos líneas de actuación para tratar de dar respuesta a las necesidades sociales más imperiosas que se han detectado en la ciudad. Por un lado, dado el aumento de mujeres sin techo, abrirán una casa de acogida para ellas. Y, por otro, ante un paro desbocado, se van a fomentar los servicios de formación para el empleo y de búsqueda de trabajo para facilitar la integración sociolaboral de las personas acogidas. Para ello han firmado acuerdos de colaboración con la CEOE y varias compañías. De la Vega apela «a la responsabilidad social de las empresas para poder ayudar a que estas personas a vuelvan otra vez a reintegrarse en la sociedad de una forma autónoma».