Si trata de ponerle cara al sinhogarismo, es probable que piense en un rostro de varón. No es casual, ya que tradicionalmente ha sido un fenómeno altamente masculinizado. «De hecho, si te fijas, normalmente verás más presencia de hombres que de mujeres en las calles», sostiene Antonio de la Vega, coordinador general de la obra social de la parroquia del Carmen, integrada en la Coordinadora de Entidades para Personas sin Hogar de Zaragoza.

Pero eso no significa que ninguna mujer duerma al raso. «Ellas, simplemente, no están tan visibles», matiza De la Vega. Las mujeres sin hogar son todavía más vulnerables que los hombres. Carecer de un techo les hace estar aún más expuestas a todo tipo de violencia y abusos. Y cada día son más.

Los datos más fiables sobre el número de personas que vive en las calles de Zaragoza proceden de los estudios de campo que realiza Cruz Roja. Si en el 2016 contabilizó 126 personas, solo nueve (el 7,14%) eran mujeres. Dos años después, ese porcentaje se había elevado al 12,5% (15 de un total de 120).

Gracias a su contacto diario con este colectivo, en El Carmen estiman que, en el 2020, «el porcentaje se ha disparado ya hasta el 18%», indica el coordinador de su obra social. Y una consecuencia es la falta de recursos sociales especializados para albergarlas de manera estable, ya que la mayoría se hicieron en su día solo para hombres.

Por eso, llevan tiempo proyectando sumar a su cartera de servicios una casa de acogida para mujeres sin hogar. «Y por fin estamos tramitando la licencia de obras», anuncia De la Vega. «En cuanto nos la concedan, tras cuatro o cinco meses de obras, podremos abrir. Calculo que antes de final de año».

Un cambio en la normativa urbanística zaragozana, que permite habilitar como viviendas antiguos locales comerciales ubicados en los bajos de los bloques de pisos, lo ha hecho posible. Eso, y la generosidad de empresas, ciudadanos anónimos e instituciones públicas, cuyas aportaciones económicas permitieron a la obra social del Carmen cerrar el complicado ejercicio del 2020 con superávit.

Sus ingresos ascendieron el año pasado a 926.423 euros, 221.904 procedentes de subvenciones públicas y 704.519 de fondos propios, captados a través de colectas, donativos y aportaciones. La entidad gastó 734.191 euros en sus diferentes proyectos sociales. Y será ese excedente de 192.232 euros el que va a permitir la apertura del nuevo equipamiento.

Se llamará Casa Abierta de Mujeres, y su funcionamiento será calcado al de la Casa Abierta de Hombres, ubicada en el albergue municipal y gestionada por la obra social del Carmen, conjuntamente con el Ayuntamiento de Zaragoza.

Aunque se situará fuera del albergue, el esquema de colaboración público-privada se repetirá y las arcas municipales se harán cargo de gastos como los desayunos y las cenas, la limpieza, la atención sanitaria… Voluntariado y profesionales de la parroquia se encargarán del acompañamiento y la atención.

La obra social del Carmen cuenta con otro tipo de recursos residenciales para personas sin hogar o en situación de pobreza y exclusión social. El año pasado dio cobijo a un total de 128 personas distribuidas en 25 viviendas, una residencia masculina, la mencionada Casa Abierta de Hombres y un centro terapéutico contra el alcoholismo.

También disponen de una residencia femenina, generalmente ocupada por familias monomarentales, pero que no tiene nada que ver con el nuevo proyecto. «Suelen ser madres con hijos que se han visto en la calle por la pérdida del empleo, pero que estaban perfectamente incluidas en la sociedad y cuentan con sus círculos sociales y de amistades», señala Antonio de la Vega.

En cambio, las destinatarias de la nueva Casa Abierta viven una realidad muy distinta. Este recurso social especializado de baja exigencia está pensado para ofrecer las atenciones básicas de alojamiento permanente y alimentación a las mujeres sin hogar con mayor deterioro y vulnerabilidad. No suelen reunir las capacidades mínimas para entrar en los circuitos de inclusión sociolaboral que conlleva la entrada en otro tipo de recursos residenciales para personas sin techo.

«Normalmente, son personas a que les cuesta la convivencia. Hay que empezar por enseñarles un poco a convivir en sociedad, temas tan básicos como no molestar a los demás o unos mínimos de higiene», explica De la Vega. «Digamos que hay que hacer un trabajo de inserción muy intensivo con ellas. O sea, que no pueden ir directas a un itinerario de inserción al uso, sino que partimos de un punto en el que hay que hacer mucho más trabajo con ellas».

Ese punto de partida, y el primer gran reto, será tratar de convencerlas para que vivan bajo un techo compartido. «A muchas de ellas es difícil incluso sacarlas de la calle, precisamente porque les cuesta mucho la convivencia».

Si logran hacerlo, al menos seis mujeres, que son las que podrá acoger la Casa Abierta, recibirán, como mínimo, cuidados básicos y compañía. Los voluntarios de la parroquia del Carmen tratarán de que se sientan «en un verdadero hogar. En familia», asegura el coordinador general de su obra social. H