Un almuerzo popular y gratuito a base de migas, en plenas fiestas del Pilar, puede ser un ejemplo acabado de logística aplicada y moderna organización del trabajo. El que ofrecieron ayer el Ayuntamiento de Zaragoza y una empresa privada (Paellas Gigantes de Aragón) sirvió 1.200 raciones en una hora y media, junto al Rastro de La Almozara, sin un solo fallo. Sin derramar una sola miga, se puede decir, pues cuando llegó la hora de recoger el sencillo despliegue realizado (varias mesas, dos grandes marmitas, unas cuantas vallas y una carpa), el suelo estaba inmaculado.

El servicio, compuesto por tres cocineros y 10 voluntarios municipales, funcionó con la eficacia de la cadena de montaje de Opel España en Figueruelas, solo que, en lugar de coches, salían platos con comida. En cualquier caso, funcionó una cadena humana bien engrasada.

El modus operandi era como sigue. Dos chefs se encargaban de llenar las bandejas de plástico blanco, cada una con su correspondiente ración, procedente de dos enormes ollas de acero inoxidable. La comida, ni que decir tiene, había sido preparada in situ.

Después, en un mostrador de campaña situado junto a la cocina, un primer voluntario acercaba las bandejas a un tercer chef que añadía granos de uva, tras lo cual otros dos voluntarios iban entregando las bandejas a la fila inacabable de invitados, de unos cien metros de longitud, que durante una hora y media, de las once de la mañana a las doce y media del mediodía, avanzó con fluidez, hasta a acabarse las migas por completo.

Otras dos voluntarias, pertrechadas con sendos cubos, se encargaban de proveer de cucharas a los que hacían cola unos metros antes de que llegaran al lugar del reparto. Y, finalmente, había dos voluntarios más, un hombre y una mujer, que vigilaban la salida y decían «buen provecho» o «que aproveche» a todas las personas que habían sido servidas. En total 10 personas, bueno, 11 si se tiene en cuenta a un señor mayor que tenía como misión mantener despejada la zona de salida y evitar las aglomeraciones.

Al margen, había unos cuantos voluntarios (todos ellos personas jubiladas) que se ocupaban de la zona vallada por la que discurría la cola, que se nutría en gran parte de la numerosa clientela del cercano rastro, un público donde predominaban los adultos, las amas de casa, las personas mayores, muchas personas mayores, y los vendedores ambulantes.

No quedó nada en las marmitas, una vez que los cocineros y los voluntarios hubieron comido sus correspondientes raciones. Unas 800 personas hicieron cola, en total, para catar las migas gratis, según cálculos de la organización, dirigida eficazmente por Nati Lacal, dinamizadora del Servicio de Mercados del ayuntamiento.

POSIBILIDAD DE REPETIR

Se podía repetir, pero a condición de volver a hacer cola para la segunda ración, lo cual no era un problema, pues en ningún momento hubo aglomeraciones ni se bloqueó el paso. El hecho de que se sirvieran 1.200 raciones a 800 comensales pedestres (no había donde sentarse) se explica por la posibilidad legal de ponerse de nuevo al final de la fila.

Así fue como el almuerzo popular a cuenta del ayuntamiento transcurrió con una total normalidad, incluso meteorológica. La paz apenas se vio alterada cuando aparecieron la consejera de Economía, Innovación y Empleo, Carmen Herrarte, y el consejero de Participación Ciudadana, Javier Rodrigo, a quienes acompañaba Esther Jiménez, presidenta de la Asociación de Vendedores Ambulantes. Salvo la organización, casi nadie se percató de su presencia, entretenida como estaba la gente degustando las raciones de migas.