Al final, como casi siempre, ganó la guerra el primer ministro israelí, Ariel Sharon. El cruento pulso que los dos viejos enemigos, Sharon y Yasir Arafat, sostuvieron durante más de tres décadas, lo acabó arbitrando la muerte, que se llevó al líder palestino de 75 años y ha dejado solo en el escenario a su pareja de baile israelí, de 76 años. Ayer, Sharon ni siquiera se refirió a Arafat por su nombre y afirmó que "los recientes acontecimientos constituyen un punto de inflexión en Oriente Próximo", una opinión que comparten la mayoría de los líderes israelís.

En varias ocasiones tuvo Sharon la oportunidad de matar físicamente a Arafat, a quien solía calificar de "mentiroso patológico y asesino". En 1982, durante la guerra del Líbano, Sharon, entonces ministro de Defensa, dio la orden de no disparar a un soldado que lo tenía en su punto de mira. Durante el asedio de la Mukata, en abril del 2002, EEUU impidió que el ya primer ministro tomara medidas extremas contra el rais .

SIN PIEDAD Más de una vez Sharon se ha arrepentido de estas decisiones, por lo que no es de extrañar que en ninguna de sus palabras de estos días hubiera signo alguno de piedad. Tampoco se acordó nadie de que Arafat acudió a la casa de la viuda de Yitzhak Rabin para darle el pésame en persona por el asesinato del entonces primer ministro israelí a manos de un extremista judío.

Tampoco ha habido, es cierto, mucha acritud entre las autoridades israelís, excepto las del ministro de Justicia, Tommy Lapid, que afirmó: "Lo odiaba por la muerte de israelís. Lo odiaba por impedir que avanzara el plan de paz". Expresaba de esta forma Lapid la que, sin duda, ha sido la principal victoria de Sharon sobre Arafat: convertir en una verdad universal que el único obstáculo para lograr la paz era el rais .

Un logro con el que Sharon consiguió matar políticamente al líder palestino antes de que le llegara su hora. Una manipulación histórica que tiene su parte de verdad pero que no debe ocultar otros obstáculos --como los asentamientos, los excesos militares israelís o el muro-- en los que Sharon algo tiene que ver.

Pero las verdades simples suelen ser más eficaces que las complejas, y casi todos los dirigentes israelís que hablaron ayer expresaron su esperanza de que la moderación acalle las armas palestinas. "Esta región, sin Arafat, será un lugar mejor", dijo el ministro de Exteriores, Silvam Shalom, que añadió que "este camino de 40 años de terrorismo sólo ha generado sangre y destrucción".

Más institucional, el presidente de Israel, Moshe Katsav, deseó a los palestinos que se recuperen del pesar y que elijan a un nuevo liderazgo en "el que se pueda confiar". Yossi Beilin, impulsor de los Acuerdos de Ginebra, aconsejó a la clase política israelí que "se modere y deje de competir entre ellos a ver quién pronuncia las palabras más denigrantes".

FIEL A SI MISMO Y Shimon Peres, líder laborista y coganador del Nobel de la Paz con el rais , fue fiel a sí mismo al expresar sus condolencias al primer ministro palestino, Ahmed Qurei, y al afirmar que "el gran error de Arafat fue "abrazar el terrorismo". Eso sí, viejo zorro, Peres lanzó un aviso para quien quiera escucharlo: "No hay duda de que con la muerte de Arafat una era ha acabado... para bien o para mal".