Doctor arquitecto y profesor en la San Jorge, acaba de publicar el libro ‘Arquitectura Cognitiva para la inclusión’ (CEDES), resultado de años de investigación de la percepción sensible de la discapacidad intelectual como punto de inflexión.

—¿Qué es la arquitectura cognitiva para la inclusión?

—La posibilidad que ofrece la arquitectura para que el usuario se mueva por ella de forma natural, comprendiendo el espacio, entendiendo dónde está y manteniendo cierta interacción con ella.

—¿Pero eso no es ya la arquitectura?

—Debería serlo. En el libro, en el capítulo sobre el encuentro con la edificación, lo mismo puedo estar hablando de edificios actuales en los que yo he trabajado que de catedrales góticas o del Panteón de Agripa en Roma o de una vivienda de Alvar Aalto o Le Corbusier. Esto no es algo nuevo.

—¿Cuál es el objetivo del libro?

—Definir un sistema abierto que pueda generar una serie de estrategias que sirvan de aplicación para todo el mundo, partiendo de mi experiencia como arquitecto y de los años que llevo investigando sobre ello. En esencia, busca que la propia discapacidad intelectual y su forma de percibir el mundo aporte a la sociedad lo que llamo su percepción sensible. Me parece algo importante, porque hasta ahora parece que, como sector vulnerable, siempre están recibiendo.

—¿Qué técnicas plantea?

—He establecido un sistema multidimensional abierto, de seis dimensiones, para que cualquier edificio se pueda evaluar cognitivamente o incluso proyectarlo teniendo en cuenta unas estrategias. El sistema establece un orden y una identificación del espacio mediante elementos que tienen que ver con el color y las formas geométricas. Incluye la transición o encuentro entre los edificios, muy relacionado con el entorno. También la circulación en espacios, con su consiguiente orientación y puntos de referencia. Hay estrategias para crear vínculos cognitivos e identificativos, para la activación sensorial, el reconocimiento y para la emoción, la cual, es en definitiva la cuestión final de la arquitectura.

—Tal como lo vende lo quiero para mí.

—En el siglo XX, los arquitectos decíamos que la arquitectura tenía que estar al servicio de la sociedad. Pero no era verdad. Ahora sí que lo está, porque el mundo se ha globalizado y hay personas con diferentes percepciones, lenguas y culturas que deben contar con elementos básicos idénticos que les sirvan a todos para comprender los espacios. Estamos hablando de la cognición y de cómo percibimos el mundo. Por eso trabajo mucho también con el arte. La belleza está en la emoción y si ayuda la arquitectura eso es algo fantástico.

—Sus Viviendas CEDES recibieron el Premio Mercadal y Ricardo Magdalena. ¿Son ejemplo de esta arquitectura?

—Es uno de los ejemplos que tengo en Aragón en los que se puede ver y constatar estas estrategias para personas con discapacidad intelectual. Pero en el libro no quiero hablar de mí, sino de las posibilidades que ofrece esta arquitectura. Durante cinco años estuve investigando con talleres de estudiantes de arquitectura y personas con discapacidad, y he realizado un estudio en profundidad de la discapacidad intelectural en todos sus aspectos. Eso es lo fundamental del libro para quien quiera utilizarlo.