La globalización sigue su curso dejando tras de sí más perdedores que ganadores. Que se lo pregunten al internacionalismo de izquierdas, que desde el minuto uno se ha visto desbordado ante un mundo muy difícil de explicar. No basta con algunos casos aislados para hilar una red de referencias. Ni Bernie Sanders, ni ese Jeremy Corbyn capaz de implicar en militancia e ilusión incluso a los más jóvenes. Sin noticias de Syriza. Y no hablemos de ultramar y su deriva.

La política es menos democrática y menos social en un escenario de pérdida de soberanía nacional. Es por ahí por donde se cuela el nuevo internacionalismo de derechas que tanto pone los pelos de punta. «El análisis de la falta de soberanía hecha por la extrema derecha se puede comunicar con más velocidad y, además, conecta de forma descarada con determinadas formas de inseguridad que quizás nos da vergüenza manifestar», sostiene el historiador Ferrán Gallego. Un discurso engañoso que conecta como respuesta emocional a la incertidumbre y al miedo. Eso sí, no se da en Portugal, donde la fuerza de los hechos muestra que hasta en la austeridad impuesta hay resquicios de flexibilidad para las políticas sociales.

En nuestro caso, desgraciadamente, esa agenda no centra el debate. La Constitución y su interpretación es hoy el único foco de atención. El desafío independentista del nacionalismo catalán, propiciado por su propio partido de derechas como ejercicio de supervivencia institucional y forma de tapar su corrupción, ha retroalimentado una respuesta radical del similar nacionalismo español y han dejado a las diferentes izquierdas en fuera de juego. Avisó Bescansa del perjuicio que esto podía suponer para Podemos en el plano estatal y fue el principio de su fin político.

Diálogo no es la fórmula mágica que retrasa la solución de problemas hasta que el adversario se desangra por sí solo. Se supone que más bien consiste en dibujar un escenario en el que es deseable llegar a un punto en común. Si no, no tiene sentido. Proponer, mientras tanto, referéndums simbólicos en las universidades sobre la monarquía o la república no pasa de ser un entretenimiento vano, si no una frivolidad.

Para seguir adelante y no saber por dónde es preferible volver a la casilla de salida y repasar las nociones básicas, como esta que nos deja Guillem Martínez: «Las izquierdas son básicamente una respuesta efectiva o torpe ante un fenómeno cotidiano, eterno: el sufrimiento». Pues eso. H *Periodista