Todo el Congreso, con la excepción del PP, apoyó ayer la decisión del Gobierno de Zapatero de retirar de forma inmediata las tropas españolas de Irak. Sus argumentos son sólidos: los militares debían regresar porque nunca tendrían que haberse mezclado con una guerra ilegal e irracional; se está comprobando que será inviable un traspaso real del poder norteamericano en aquel país a la ONU antes del 30 de junio; tomada la decisión, el repliegue debía ser urgente para defender la seguridad de los soldados y para evitar que se viesen obligados a implicarse más en los combates. El debate fue difícil para Rajoy.

Después del evidente ninguneo de su partido a la ONU en este tema, ahora lamentó que no se esperase a una nueva resolución suya. Consideró un engaño la rápida decisión del Gobierno, cuando el Ejecutivo del que formó parte justificó la guerra con datos falsos. Y criticó la falta de diálogo y de respeto a las formas parlamentarias, cuando su propia formación no permitió en su día debatir y votar el envío de las tropas, y ayer impidió la votación. Por eso el Partido Popular, que estuvo solo cuando mandó soldados españoles a Irak, volvió a conocer la dureza de la soledad en la sesión de ayer.