Europa se rinde al dictador de diseño. El coronel Gadafi en Bruselas, túnica encerada en verdes recién llegada de una pasarela romana (que, se diga lo que se diga, en ropa de hombre Roma es Roma). Y de la jaima, ¿qué me dicen?. Techo del desierto bajo las nubes belgas, instalada en un santiamén ante el desconcierto de los pobres dromedarios que no habían oído hablar de la lluvia. ¿Y el tocado? ¿Y esa cara curtida y esculpida en arrugas como un Clint Eastwood morabí?

A estos dictadores tan vistosos da gusto recibirlos en los educados salones de la UE, y nuestros Solanas y nuestros Prodis los abrazan y los ponen como ejemplo a otros dictadores irreductibles que no destruyen sus armas de destrucción masiva, ni siquiera las tienen. Otro gallo le cantaría a Sadam si hubiera dejado a un lado los pantalones bombachos, las botas, la boina, y se hubiera afeitado el bigotazo. Y si hubiera hecho Pilates para bajar la barriga. Y no te digo Castro, con las barbas y el puro. Y sin jaima, que encima va sin jaima y sin dromedarios.

Hombre, los derechos humanos de los libios deben andar más o menos como los de los iraquíes y seguramente algo peor que los de los cubanos. Las armas parece que se las ha metido por donde le cabían, pero no se sabe que el antiguo terrorista Gadafi tenga la menor intención de convocar elecciones y largarse con viento fresco.

Claro que a ver quién se pone a decirle cosas así de desagradables a un dictador tan elegante. Y tan dócil.

*Periodista