Podría decirse que es un gobierno antinatural que casi nadie imaginaba antes de las elecciones del pasado 26 de mayo. Pero el Gobierno de Aragón que puede formarse a finales de la semana que viene si, tal y como se prevé, Javier Lambán es investido el miércoles presidente, será un Ejecutivo de coalición --como los ha habido muchos en la comunidad--, con cuatros partidos en el consejo de Gobierno --PSOE, PAR, Podemos y CHA-- y un quinto, IU, que en principio ha dicho sí a su formación, y con una base filosófica esencial: la tolerancia. Algo que se ha echado de menos y sigue faltando en España. Lo que vendrá a demostrar que la política es mucho más sencilla de lo que parece, si se quiere, y que si lo saben hacer todos, hay oportunidades para Aragón y para todas las formaciones que forman parte de este proyecto.

Lo que puede iniciarse esta semana, después de más de 65 días de Gobierno de Aragón en funciones, lo nunca visto en la comunidad, es la fusión de los 320.000 votos de la izquierda con los 33.000 del PAR, con mucho pragmatismo y ningún histrionismo. Será el equipo del espíritu de Lambán, en el que todos van a estar por la defensa del Estatuto de Autonomía, por apostar por los proyectos económicos e industriales que supongan seguir en la estela de crecimiento económico (por mucho que las tendencias del año que viene no sean lo positivas que sería deseables), por el aumento del empleo, por la llegada de empresas y el mantenimiento de las que hay que implica tener unos ingresos para la comunidad que sirven, y mucho, para desarrollar todas las políticas sociales. Pero también porque no se quiebren las prestaciones sociales que tanto se han recuperado en los últimos años del Gobierno PSOE-CHA en Aragón. El espíritu Lambán que recogen los cinco partidos es también el del apoyo a la universidad como motor del futuro del territorio, pero, asimismo, la histórica reapertura del tren del Canfranc, la necesidad de más autovías y menos carreteras negras, el retorno de los bienes eclesiásticos que están en poder de los catalanes... ¿Realmente hay tanta diferencia a la hora de defender estas cuestiones, más o menos vitales, para el crecimiento y el futuro de Aragón?

Es evidente que el PAR va a pedir un respeto para la educación privada, pero sin descuidar los colegios públicos (los doce años del tándem Iglesias-Biel son un ejemplo de ideas distintas en un espíritu tolerante), es decir, no demonizar la enseñanza concertada, trabajar sin hacer ruido... Se plantearán subir el impuesto de sucesiones y habrá que torear con impuestos como el ICA, con las cuestiones territoriales encarnadas, sobre todo, en la defensa del artículo 155 de la Constitución... Y con el Pacto del Agua también habrá roces. Serán momentos de acabar el recrecimiento de Yesa y no seguir más allá porque Biscarrués y demás obras quizá ya están muy desfasadas. Todo, intentando que no se quiebren las bases programáticas de unos y otros.

Desde luego, el presidente del PAR, Arturo Aliaga, no se puede poner enfrente de toda la izquierda y tomar medidas contra ella. Sabe que las comarcas, por ejemplo, las han defendido más desde Unidas Podemos que desde Ciudadanos. Sabe que no puede estar enfrentado al Gobierno de España (el que haya, cuando sea), sabe que le sería complicado presentarse otra vez a unas elecciones repetidas. Sabe que su partido estaría muerto en diciembre si pacta con la derecha y sabe que con el PSOE casi siempre les ha ido bien. Por eso se ha lanzado a aprovechar la oportunidad, porque si se limitan a la gestión administrativa no tendrán nada que hacer en un futuro.

Maru Díaz y Nacho Escartín, los líderes de Podemos en Aragón, han sabido ver el momento mejor que Pablo Iglesias en España. Porque aunque una parte de sus bases tengan muchas dudas, han comprobado en vivo y en directo cómo muchos sectores en Aragón les han pedido estar dentro del espíritu de Lambán. Lo hicieron un grupo de hombres de la cultura que enseguida se pusieron del lado de un gobierno de progreso, pero también los sindicatos y los empresarios, con más y menos PIB. Una sintonía, incluso, con los poderes fácticos de la Zaragoza más obtusa,

Esta semana se tiene que poner fin a más de dos meses de incertidumbre y cierto desconcierto de un proceso negociador que, afortundamente no ha estado contaminado por el circo mediático de Madrid. El futuro de Aragón está claro que pasa por una colaboración entre muchos. Cuantos más, mejor.

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