Ya saben ustedes que el próximo domingo se celebran elecciones al parlamento de la Unión Europea, ampliada este año a 25 miembros. El proyecto de la Unión debería ser el del futuro de este viejo continente, cansado de tales guerras, tamañas miserias y tantos enfrentamientos seculares. En un mundo tan convulso como el que nos ha tocado vivir, la Unión Europea aparece en el horizonte como la esperanza de que una sociedad mejor y en paz sí es posible. Pero a la vista de cómo se está desarrollando la campaña electoral y al poco interés que están demostrando los principales partidos políticos, da la impresión de que los sillones del parlamento de Estrasburgo se han reservado a personajes ya amortizados; vamos, una especie de "cementerio de elefantes", aunque eso sí, con sustanciosos sueldos y no pocos privilegios. Salvo excepciones, estos candidatos y candidatas parecen políticos a las puertas de una anticipada aunque dorada prejubilación. Por eso, no puede extrañar a nadie que el pasado fin de semana todos los partidos "pincharan" en sus grandes mítines de campaña y que el personal prefiera irse a la playa o al campo antes que encerrarse en un polideportivo para escuchar al señor Mayor Oreja (todavía me asombro de cómo llegó a ser el ministro más valorado del gobierno Aznar) o al señor Borrell (cuyo pasado en el PSOE parecía inhabilitarlo para cargo tan importante). Son algunos partidos políticos los que no creen en la importancia de estas elecciones, probablemente porque los ciega su nacionalismo españolista.

*Profesor de Universidad y escritor