Todavía no sabemos seguro si se hará realidad al fin el eje Berlín-París-Madrid, pero parece que volvemos a la vieja Europa. La Europa de la libertad, de la justicia, de la igualdad esencial de los seres humanos. La Europa cuna de la Ilustración, tierra de acogida de inmigrantes sin trabajo y de refugiados políticos. La Europa de cultura milenaria, de sensibilidad social, de saber vivir. La Europa donde uno no sólo vale lo que su cuenta corriente, o lo que marca el precio de sus acciones.

ESPAÑA, desde luego, es Europa, pero es quizá el país más americanizado de esa Europa. Basta viajar un poco para darnos cuenta de que somos un país mucho más moderno en todo, que cualquier otro europeo. Confundimos el pasado franquista con el pasado secular, arrumbamos todo "lo viejo" (aún valioso), y quisimos partir de cero. Todo "lo de siempre" nos pareció sospechoso. Había que cambiar aceleradamente. Toda nuestra tradición cultural --mucho más europea de lo que pensamos-- debía ceder paso a la modernidad. Construyamos muchos rascacielos --nos dijimos-- y así nació nuestro Manhattan particular en la zona madrileña de Azca, las inclinadas, atrevidas y originales torres KIO. ¿Para qué mirar al pasado, si tenemos delante la modernidad? Hagamos un país completamente nuevo, sin memoria, joven en población y en mentalidad, sin ataduras, sin complejos, pujante y dinámico. El país europeo que más rápidamente se ha echado en brazos de las tecnologías más avanzadas. El país más atrevido. Mirando siempre al futuro. El pasado inmediato ¡era tan olvidable! Y... ese país se consiguió.

Pero, ¿cuál era el modelo?, ¿cuál era el país nuevo, y además pujante y poderoso? Sin que la gente se diese cuenta de ello, sin duda USA, a pesar de que el imperio yanqui ya presentaba síntomas de decadencia. Esto influyó casi subliminalmente mucho más de lo que pensamos en el subconsciente colectivo de los españolitos, bombardeados constantemente desde el cine y las televisiones con el American way of life . Porque curiosamente --como señala el sociólogo Alberto Moncada-- el modelo de los españoles no eran los norteamericanos de carne y hueso, sino los de la tele. Los de la ficción, que corresponden precisamente a los WASP (blancos, anglosajones, protestantes). A Falcon Crest , a Dallas y a Dinastía . A Jotaerre y a Angela Channing . Es posible que el renacer y la pujanza de nuestros vinos se hayan basado más de lo que nos creemos en vocaciones enológicas despertadas en emulación de los viñedos californianos. Pues es precisamente la costa oeste, Hollywood, Beverly Hills, las palmeras de Sunset Boulevard, lo que ha excitado la imaginación de este país de nuevos ricos que es España. Nos encantaba ver el lujo, el despilfarro, rubias exuberantes sobre deportivos con engominados efebos al volante, el daiquiri al borde de la piscina... Queremos saber, en cambio, mucho menos de la más austera costa este.

A LA PAR DEL progreso económico español, fue creciendo también entre nosotros la mentalidad de este neocapitalismo de nuevos ricos (como el de los USA), esta cultura del dinero, del "tanto tienes tanto vales", tan paradigmática por los lares del tío Sam. Paradójicamente, todo este mimetismo de costumbres se daba a la vez que una profunda inquina, muy enraizada en el pueblo español, a todo lo que huela a barras y estrellas. Este antiamericanismo quizá parta, aunque no seamos conscientes de ello, de la derrota del 98, de la manipulación del Maine y de "los últimos de Filipinas", y se refuerce al no haber sido liberados por los chicos del tío Sam de la barbarie nazi y fascista, como lo fueron otros europeos. Puede que influya también el que Mr. Marshall pasara prácticamente de largo, dejándonos a todos como a Pepe Isbert "el alcalde vuestro que soy", en la entrañable película de Bardem y Berlanga. Es posible, en fin, que simplemente ocurra que una sociedad de progres como la española, case mal con la conservadora América profunda de telepredicadores y God Bless América .

Es obvio que, en lo más hondo de nosotros, nos sentimos mucho más cerca de cualquier otro europeo. Porque somos --además de primos de los hispanoamericanos-- europeos. Por geografía, por historia común, por sensibilidad social y política. Y estamos y estaremos siempre dentro de Europa. Dentro de la culta, tolerante y acogedora Europa, que ahora con su valiente y emocionante ampliación (romper barreras siempre es signo de paz), con sus nuevos retoños, será más joven que nunca. Las aguas han vuelto a su cauce.

*Historiador y médico